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Discontinuidad y catatonía: la política de nuestros días

Por 4 de abril de 2016 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Jesús Ferrero

Ahora mismo la discontinuidad es un concepto dominante en muchas ciencias, y en la vida real. ¿Tenía razón Unamuno cuando decía que “la ciencia es la ideología de cada época”?

La discontinuidad se está imponiendo plenamente en nuestras vidas, amores, amistades, deseos, y formas de pasar el tiempo. Es la ideología suprema de nuestra época, a la vez que su realidad más evidente. Basta con otear el mundo de la política para constatar que la discontinuidad es la norma y resulta muy difícil crear nexos. España es una narración en crisis, aquejada de discontinuidad aguda y bastante explosiva.

Es sabido que la discontinuidad (la discontinuidad en la mecánica misma de la vida) es el mejor camino para sucumbir a la ansiedad, pero también es el mejor camino para ubicarse de verdad en una nueva narración que puede dar vértigo pero que ya nos incluye en su inmensa biosfera discontinua.

Veo a mis amigos estableciendo relaciones muy discontinuas: vistas desde fuera parecen teatro del absurdo y están llenas de grietas que dificultan mucho la exploración del otro y favorecen la sensación de irrealidad. Es uno de los problemas más elementales que suele acarrear la discontinuidad: al romper los nexos narrativos, toda la narración pierde sentido y (como todo lo que no es narrable no es real) la vida entera adquiere la apariencia de una narración parpadeante e irreal, como son parpadeantes e irreales las pesadillas.

De la vida como arte que se plantearon tantos teóricos y visionarios del siglo pasado, estamos pasando a la vida como narración discontinua, veloz, errática y sin sentido.

Dicho en otras palabras: de la vida como obra estamos pasando a la vida como catatonía. El progreso es significativo.

Escalofrío interior, temblor del pensamiento. Nada está en su sitio. Todo se mueve hasta cuando no lo parece. Hay mucho movimiento, pero no hay historia, porque ni hay argumento, ni hay dirección.

Solo hay catatonía. Dicho de otra forma: solo hay rigidez, estupor mental y excitación sin fundamento. Ahí comienza y termina la política de nuestro tiempo.

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Jesús Ferrero

Jesús Ferrero nació en 1952 y se licenció en Historia por la Escuela de Estudios Superiores de París. Ha escrito novelas como Bélver Yin (Premio Ciudad de Barcelona), Opium, El efecto Doppler (Premio Internacional de Novela), El último banquete (Premio Azorín), Las trece rosas, Ángeles del abismo, El beso de la sirena negra, La noche se llama Olalla, El hijo de Brian Jones (Premio Fernando Quiñones), Doctor Zibelius (Premio Ciudad de Logroño), Nieve y neón, Radical blonde (Premio Juan March de no novela corta), y Las abismales (Premio café Gijón). También es el autor de los poemarios Río Amarillo y Las noches rojas (Premio Internacional de Poesía Barcarola), y de los ensayos Las experiencias del deseo. Eros y misos (Premio Anagrama) y La posesión de la vida, de reciente aparición. Es asimismo guionista de cine en español y en francés, y firmó con Pedro Almodóvar el guión de Matador. Colabora habitualmente en el periódico El País, en Claves de Razón Práctica y en National Geographic. Su obra ha sido traducida a quince idiomas, incluido el chino.

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