Jesús Ferrero
Si en el hecho de escribir ya no hubiera la más mínima conciencia de eternidad, ni contaran la verdad, la grandeza, el riesgo, la generosidad, la angustia, la revelación, la iluminación… Si todo en la escritura se redujera a un remolino de oscuras y burdas pasiones… Si bajo los textos ya no existiera más que un vacío sin fondo, una absoluta falta de imaginación y un incesante oportunismo (en los temas, en los títulos, en las ideas, en los fundamentos, en la forma y el contenido…) ¿Qué sería entonces de nosotros?
Si de pronto el mundo hubiera decidido entronizar únicamente la mediocridad. Si de pronto esa fuera la gran decisión…
Si en beneficio de las coyunturas, la debilidad, la impiedad y la necedad se estuviera cortando el verdadero puente conformado por la literatura, si eso ocurriera, estoy absolutamente convencido de que estaríamos rompiendo algo cuya quiebra nos dejaría indefensos ante lo peor. Sería ahogar el susurro que se desliza por debajo de las generaciones, sería arrojar vitriolo sobre lo que subyace a la conciencia misma de la especie, sería proclamar el desmoronamiento del criterio y un infierno sin ideas, y supondría una decidida apuesta por la muerte de la inteligencia.