Javier Rioyo
Me gustó el último correo, la tranquila respuesta a mis aceleradas demandas, de la tan comprensible Giselle. También me hubiera gustado la respuesta de Ximena. La cuestión era sobre las pausas, o voluntarias vacaciones, que algunos, más o menos acelerados, habitantes, actores, cómplices, caminantes o lo que seamos de esta historia de comunicación no verbal. Quería saber pautas para los que damos la cara, y algunas líneas, en este mundo con retorno llamado “el boomeran”. En fin quería saber qué se esperaba de nosotros en un verano, en un agosto, como éste. La tranquila respuesta era que sobre nuestras urgencias, nuestras prisas, pausas, charlas o blogs, éramos nosotros los que decidíamos el contacto o la desaparición con los supuestos lectores de estas cosas.
Lo primero que se me ocurrió fue el no hacer nada. No tener prisa. No escribir mi vida en un blog. Al menos no hacerlo en este mes de tiempo tranquilo, de vivir sin prisa, de hacer una pausa en mis acelerones vitales, profesionales y emocionales. Eso es lo que pensé ayer…Y de repente se muere -¡este verano se están muriendo hasta los que nunca se habían muerto!- Antonioni. Y me encuentro con ganas de contar cosas de Antonioni. Cosas que sentí con sus películas. Con el fácil mito de sus lentitudes. De sus vacíos. De su manera de retratar la nada. Y con sus formas arquitectónicas de hacer cine, paisaje y paisanaje. Tardé en darme cuenta de lo que apreciaba Antonioni. A su manera de contar la vida y sus carencias en el cine. Siempre me gustó, pero no supe nunca explicarlo. Tampoco ahora que ya no podrá inquietarme más lo podría explicar. Sí creo que sin sus silencios, sus misterios, sus esteticismos y sus miradas de modernidad, el cine europeo, los que lo frecuentamos, ya no seríamos los mismos. ¿Tampoco sé para qué querríamos seguir siendo los mismos?
Antonioni siempre fue otro. Un esteta. Un moderno sin esfuerzo. Del existencialismo al pop. De Europa a América. Del “no hacerlo”, al erotismo. Del refinamiento de los lagos italianos a los desiertos de Nevada. De Roma a Zabrisky Point. De la nada a la más absoluta miseria. Bueno, no, ese era otro. Pero eso sí, con Antonioni se muere una de las últimas especies vivas de un imprescindible del cine. Quedan pocos. Son una raza en extinción. Como todas las razas. Aunque unas más que otras.
¿Qué hacer?… Descansar o seguir elucubrando. Un buen tema para mis tranquilas vacaciones.