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SILENCIOS COMO GRITOS

Por 15 de enero de 2007 Sin comentarios

Javier Rioyo

Estuve en la manifestación del sábado en Madrid, como otros miles, muchos miles de ciudadanos bastante tranquilos y bastante cabreados. Caminábamos lentamente, en silencio o casi en silencio. A mi lado estaban amigos y conocidos del mundo cultural, del cine, de la música. Yo marchaba con un grupo que no era cabecera de nada. En anónima solidaridad, al lado de Ángel González, de José Manuel Caballero Bonald  de otros muchos poetas, escritores o esa tropa rara que son los periodistas culturales. Un buen tramo fui charlando con mi amigo, editor, lector y columnista, Manuel Rodríguez Rivero. Nos lamentábamos de las ausencias, de tantos escritores o periodistas a los que no les gusta verse mezclados con una masa de ciudadanos hartos de las anormalidades de un país que no se merece algunas cosas. Tampoco nos extrañaba demasiado. Conocemos el percal. Yo recordé unos textos que acababa de leer en el inteligente y lúcido diario de José Carlos LLop, La escafandra: “Hay periodistas que confunden una página de periódico con una pistola”. E inmediatamente después hace otra reflexión -por cierto, antes que de periodistas, habla de burdeles- que me hizo reír por su doble mala leche: “El político es un periodista que ha evolucionado. Por eso el periodismo es necesario para neutralizarlo”. Nada mal visto.

Yo que soy periodista, gracias a Tintín, sigo viendo las cosas con demasiada ingenuidad aunque el aumento de mi escepticismo es más alarmante que mis transaminasas. No fui como periodista a la manifestación- en realidad casi nunca voy como periodista a ningún lado- pero sí puedo contar que los gritos que no fuera contra ETA o por la paz fueron pocos. Es cierto que no se pudo evitar que algunos, muchos, se preguntaran dónde estaba el alcalde. O dónde esos obispos que tanto animaron otras manifestaciones. Preguntas al viento.

A mi lado Caballero Bonald decía que no había que gritar nada. Había que saber guardar silencio. El mejor grito posible, un silencio de cientos de miles. No fue así, pero los gritos fueron tan respetuosos como muchos silencios. No todas las manifestaciones son iguales.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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