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PUENTE AÉREO

Por 24 de enero de 2007 Sin comentarios

Javier Rioyo

Llevo años despotricando contra eso que se llama puente aéreo. Una forma de transportarnos que no consigue unir Madrid con Barcelona, ni a los madrileños con los barceloneses. Y no será porque no lo intentamos. Un lleno que se repite a casi cualquier hora del día. No porque sea barato, ni cómodo, ni puntual, ni amable… es porque es el único. ¡Ya hablaremos cuando llegue el tren! Me pienso reír del puente, de Iberia y de los aéreos. Pero ahora lo que toca es tragar y tragar. En fin, paciencia y rezos por el AVE.

De trenes acabo de recibir los cuentos y poemas premiados por la Fundación de Ferrocarriles Españoles. Aviso para escritores despistados: son de los mejor dotados de esa selva de muchos premios. Hay unos premios de relato corto y otro de poemas.

Antonio Machado se llama el de poesía y Camilo José de Cela el de cuentos. Y en dinero se llaman así: 15 mil euros a los primeros y 5 mil a los segundos. El premio ya tiene un curioso historial, un buen nivel. Este año los premiados en prosa han sido Fernando León de Aranoa, que ha vencido al veterano Abilio Estévez. Y en poesía el joven Antonio Lucas se impone a Ana Merino. Pero yo no quería hablar de esto, se me han cruzado los trenes en mi historia del puente aéreo, aunque me gustan algunos de los cuentos y los poemas que editan los ferrocarriles este año.

Yo pretendía hablar de la última, corta y eficaz novela de Enrique Murillo. Especialmente pensada para  los usuarios del puente aéreo y para los amantes de las pequeñas intrigas cotidianas. La historia, que está basada en un relato que escuché, escuchamos, hace años en un bar madrileño que me era muy cercano, en compañía de Murillo y Dulce Chacón a la periodista Rosana Torres. Aquella era la historia de unas cenizas de un muerto muy querido por quien las transportaba, las cenizas del mismo padre de Rosana Torres, y de cómo a veces la muerte, los muertos, se nos pegan a las uñas. No les contaré mucho, así se llama el relato que en la resucitada Bruguera publica Murillo: La muerte pegada a las uñas.

Todo el relato transcurre en un trayecto del puente aéreo. Un accidentado viaje de Barcelona a Madrid una mañana cualquiera de un día laborable. Al protagonista le sucede algo horrible, inusual, excéntrico y llamativo, el pasajero que ocupa el asiento de su lado no para de hablar en todo el viaje -retrasos incluidos- al tranquilo ejecutivo que pensaba hacer lo que siempre hacemos, viajar sin mirarnos, sin hablarnos, sin sentirnos. Viajar como viajamos esa fauna de pasajeros de esa cosa llamada puente aéreo. Yo me bajo en la próxima.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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