Javier Rioyo
Nunca fue una plaza simpática para mí. No acertaron con esas piedras, creo que eran de Guayasamín porque no aceptaron la propuesta de Oteiza, con las fuentes del sótano, ni con el teatro estilo mal gusto burgués. Los pasos subterráneos son impracticables y sucios, el Botero para quién lo quiera. En fin una plaza para pasar deprisa. Para ir a la Biblioteca Nacional o para recordar a los Beatles que se alojaron en esa plaza cuando no era plaza, cuando allí estaba la Casa de la Moneda. Cuando en una calle hoy demediada ya estaba el mejor sitio de jazz que conoció la ciudad, el “Whiskie Jazz”, el feudo madrileño de Tete Montoliú o de Lou Bennet, el bar donde nos empezó a acompañar esa música tan libre, tan sin ira…aunque algunas veces se toque con furia interior.
Unas músicas, el pop o el jazz, que nada tenían que ver con las que sufrimos -en televisión, por supuesto- al ver ese desfile de despropósitos españolistas, de ficciones nacionalistas de una nación que parecía rescatada de los restos del franquismo. ¡Qué horror estético! Y qué desprecio ético por los manipuladores y por los manipulados, que ya son mayorcitos. Ya reflexioné hace semanas sobre la apropiación de la bandera y del himno que viene esa derecha, esa España que parece sacada de un baúl de malos recuerdos. No quiero repetirme. Pero esa mezcla de la plaza de Colón, de la multitudinaria marcha de las mentiras, de músicas “progre cursis” -“Libertad sin ira”-, de músicas cañís- “Y viva España”- o de músicas que usan como amenazas, el llamado himno español. Les faltó el “Cara el sol”, pero muchos lo cantan en la intimidad. Y algunos en las traseras de la manifestación. Me lo contaron quienes lo escucharon.
¿Dan miedo? No, pero preocupan. Esas formas, esos gestos, esas poses unidas a sus manipulaciones, a sus deseos de poder y a sus olvidos voluntarios de las víctimas, lo que provocan no es miedo, es rechazo desde la razón. Hay otro país. Hay otra España que no es así. Que así no canta, que ni así manipula ni así se deja manipular.
La plaza de Colón, ¡ay!, con esa bandera que parece exportada de la plaza de Armas de México, con un tamaño que tiene forma de agresión, de imposición. Ni esa enorme bandera, ni las banderas ondeadas en algunas manos, son las banderas de la mayoría de los que todavía nos sentimos españoles. No tenemos que sacar España, que es un lío pero es nuestro lío, en procesión. Ni con esos símbolos, ni con esos cantos.
Hace años se reunían en la plaza de Oriente. Pasó el tiempo y esa plaza, monárquica y liberal -se la inventó José Bonaparte- es de todos los ciudadanos. Lo mismo le deseo a esa otra plaza, que pase el tiempo, que se libre de sus secuestradores y que se ponga más libre, más guapa. Más jazz, menos himnos.