Javier Rioyo
Me gusta la gente que sabe ganar. Saber perder es mucho más fácil. Al menos si eres más o menos aficionado al fútbol y tu equipo es el Atlético de Madrid. Me imagino que también sirve con otros equipos que no tengan el historial del Barça o del Real Madrid, aunque últimamente ya no sean lo que fueron. Saber perder es saber supervivir, adaptarse, disimular, mentir o fingir. Saber perder es saber vivir, que quizá no es poco mérito, pero es lo que nos pasa hasta que deja de pasarnos. Vivir perdiendo cosas, gentes, paisajes, recuerdos, tiempo… eso es algo que sabemos hacer mejor o peor casi todos los animales perdedores. Nuestra especie de animales lectores, incluso nuestros semejantes no lectores.
Maneras de perder se llama una colección de relatos, de cuentos de supervivientes, del escritor Felipe Benítez Reyes. Ahora le toca ser ganador del Premio Nadal. Otra vez con una novela paródica. La parodia es un conocido tránsito literario de Benítez Reyes. Ahora en ésta que se titula, Mercado de espejismos, hace una mirada sobre los thrillers con fondo histórico que tanto éxito de ventas tienen desde hace ya unos códigos. Estoy deseando leerla.
No disimulo mi afición ya antigua a la poesía y la prosa de Benítez Reyes. Desde hace ya bastantes años me reconocí “felipista”. Es un escritor de un humor y una ironía que muchas veces hay que buscar sus referencias en autores de que no son de este tiempo o de este país. Felipe es un cosmopolita de pueblo. Un universal de Rota. No es cualquier pueblo ese pueblo de Cádiz. Pueblo de playa popular que le hubiera dado envidia a Fellini. Cercano al liberal Cádiz, al señorial y decadente Jerez y a otros espacios tan razonables para vivir que uno entiende al escritor que sigue viviendo en ese centro de la periferia más agradable. También en Rota estuvo, está, la Base Americana. Y eso, que hoy más que ayer, parece un anacronismo, hace años representó la llegada de la modernidad, la coca-cola y el rock. Que se lo pregunten a Silvio. Más bien que no se lo pregunten, porque hace años está sin posibilidad de respuesta. Silvio fue uno de aquellos futuros roqueros que escuchaban la última música americana en la radio de la Base de Rota. Un tinglado ese pueblo de la Bahía, tan cerca de los americanos y tan cercanos al mundo de Camarón. Un buen refugio de señoritos y desempleados. Un lugar que se lleva bien con la queja y la alegría.
De esa Andalucía viene Benítez Reyes, ajeno al señoritismo, pero con una elegancia para saber ganar como sólo mantienen algunos muy elegantes en la vida y la literatura. Nunca quiso dejar de vivir en Rota -ni cuando las tentaciones, los premios y los amigos empujaban a ello- y allí sigue viviendo. Lo explica: “Vivo en Rota por dos razones bien insignificantes: porque he nacido en ese sitio y porque me gusta demasiado escribir como para poder disponer de tedio suficiente para escribir”. Desde Rota, desde sus aires difíciles, desde ese mundo que también es ya el mundo de toda una tribu de novelistas, poetas y cantantes, desde la Rota de Benítez Reyes, se pueden contar todos los mundos. Solo hay que saber escribir.
Me alegro que un premio como el Nadal, tan querido, tan importante en nuestras vidas lectoras, recupere los mejores aires, aunque sean aires difíciles de nuestra literatura. Benítez Reyes, es un excelente premio Nadal. Una elegante manera de ganar. Lo hizo desde su periferia el pasado año Eduardo Lago -con una de las mejores novelas del año en castellano- y estoy deseando que con Benítez Reyes nos ocurra lo mismo. El saber ganar no hay quién se lo arrebate.