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HIMNOS

Por 6 de febrero de 2007 Sin comentarios

Javier Rioyo

No quería volver sobre estos elementos simbólicos que tanto nos distraen, y tanto nos siguen enfrentando. Las banderas, los himnos y sus usos sectarios y grandilocuentes, no  han dejado de generarme malestar e incomodidad. También porque he recibido llamadas, reflexiones de amigos u opiniones de algunos queridos paseantes por el “boomeran” que me han hecho volver a esas banderas, a aquellos himnos de nuestros padres.

Ya dije lo que pensaba de la bandera. Y sinceramente no creo que tenga mucho arreglo. No lo tiene entre los que tenemos una idea abierta y amplia de lo que llamamos España. No parece tenerlo para los que creen que su bandera nacional excluye otra bandera nacional. No somos optimistas con el uso de los ismos, de los españolismos y de otros ismos de las nacionalidades. Me hacen gracia las propuestas de cambio de color. De cambio de bandera. Incluso, sinceramente, si se encontrara alguna consensuada y divertidamente pop, tampoco me importaría intentar recuperar la sensación de comunidad ante un trapo al viento. Una vez alguien propuso que la enseña nacional fuera la bandera de “El Corte Inglés”. Es desde luego una de las enseñas españolas más reconocibles y usadas por todos, pero le faltan colores. No tiene la energía necesaria, es más blanda de tonos que la bandera vaticana. Para eso nos quedamos como estamos.

Aunque hoy quería hablar de los himnos. Yo si tuviera un himno con una letra y con una historia como “La Marsellesa”, ya no buscaría más. Es más, “La Marsellesa” podría ser el himno de todos los europeos laicos. Un himno civil al que podríamos cambiar la letra, adaptarla a nuestras cosas, nuestras ciudades y darle por bueno para todos. Mucho mejor que el himno británico que se somete a una señora de insólitos sombreros. Tampoco estaría mal un himno triste del tipo “Lili Marlen”. Tan hermosa, tan melancólica y emocionante que fue cantada en los dos bandos. Hablando de himnos no eran feos algunos de los nazis, ni algunos de los falangistas. Pero, claro, con una letra que no es de recibo democrático.

Ya conté que aquí, con buena voluntad se han intentado actualizar o crear himnos nuevos. Un fracaso aquél de Leguina, presidente entonces de la Comunidad madrileña, que encargó un nuevo himno al poeta ácrata, Agustín García Calvo. No acertaron con la letra, ni con la música.

Años después, con Aznar en la Moncloa, con esa derecha que cree que el himno y la bandera son suyos, se encargó un nuevo himno nacional. No me pareció mala la idea. Poetas, buenos poetas, de todas nuestras nacionalidades. De distintas edades, gustos e incluso ideología fueron convocados a la Moncloa. Los poetas llamados por el colega, y entonces alto cargo político del Partido Popular, Luis Alberto de Cuenca, acudieron por curiosidad, por juego y quizá también por buena voluntad. Los llamados fueron, Jon Juaristi, Ramiro Fontes, Joan Margarit, José Jiménez Lozano y Abelardo Linares, además del propio Cuenca. Aznar estaba ilusionado, cada uno traía algunos versos y cuando llegó el momento de la verdad, de la letra final, no fue posible ni el consenso con el idioma. Y el himno se quedó sin letra. ¿Se puede vivir unidos y sin letra de himno?… Pues habrá que intentarlo. Al menos lo suficientemente unidos, que nadie quiere estar revuelto, sobre todo con alguna tropa.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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