Javier Rioyo
Estuve en la concesión del Premio Biblioteca Breve que sigue siendo uno de los históricos y queridos premios supervivientes de nuestra literatura. Aunque sus premiados de los últimos tiempos ya no sean jóvenes valores a los que descubrir, a los que premiar. Ahora es otra cosa, es otro del universo de Planeta pero sigue siendo el premio de la editorial Seix Barral. Los que seguimos leyendo desde hace ya unas décadas, los que seguimos buscando y leyendo novelas, aunque tengamos más de 40 años -algo que ya no se debe hacer según el novelista, periodista y unas cuántas cosas más, Fernando Sánchez Dragó- sin duda tenemos viejas deudas lectoras y cariños antiguos con la editorial que crearan Seix y Barral.
Por eso, y por muchas cosas más, volvía este año a la concesión del premio. Le tocaba a Juan Manuel de Prada. Los premios se filtran, no hay casi ninguno que mantenga su secreto, su emoción, y hace ya algún tiempo que conocíamos quién sería el ganador. Por tanto, ninguna sorpresa. Allí estuve sabiendo muy bien a quién tendría que felicitar. Al menos felicitar por el dinero y el prestigio del premio, por la novela ya veremos después de leída. Pero antes de eso felicité al ganador y lo hice con gusto. Me quedé con las ganas de saber cuánto se cobra por el premio. Quiero decir, cuánto en dinero que no está en las bases del premio. No era el momento. Tocaba escuchar a Prada y lo hice con atención. Mantengo un profundo desacuerdo con muchas de sus columnas del ABC, me sorprende su punto de vista sobre muchos de los asuntos políticos, sociales y otros muchos de los que trata. Generalmente no comparto su punto de vista tan católico y conservador. No soy así. Me parece que estoy leyendo a un periodista, un escritor de otra época, ese es el lado más “freaki” de un escritor bastante raro. Un conservador en la corte de Leticia.
En otras preocupaciones, sobre todo culturales y cinéfilas, tenemos bastantes curiosidades, bastantes intereses que podemos compartir, aunque mucho discrepemos. No me gusta, e intento no hacerlo, negar la posibilidad de que una buena narración, un poema o una película vengan de un lado ideológico con el que discrepo. Dicho esto, aunque sea con dudas razonables, espero con interés la próxima novela de Prada. Una historia, por lo que desveló el otro día, que también nos llevará a los años de la posguerra española, de la resistencia francesa y de los españoles que lucharon por o contra la República. Una más. Y sea bienvenida. En ese espacio, aunque también en muchos más, está la próxima de Almudena Grandes, El corazón helado, que ya he tenido la suerte de leer. Es una emocionante historia que recorre casi un siglo. Escrita desde una trinchera muy diferente a la de Prada, excelentemente escrita para mi alegría. Pero prometo que si no lo estuviera aunque Almudena sea, que lo es, mi amiga, no estaría diciendo lo que no pienso. Al menos se me notaria la sinceridad o la falta de ella.
Pensando en cómo será la novela de Prada, me asalta el recuerdo de una película que él conoce muy bien, una de aquellas que rescatamos en nuestras pasiones cinéfilas, yo en años de filmoteca y Prada no sé cómo. Hablo de una película de Rovira Veleta, se llamaba Hay un camino a la derecha, un neorrealismo a la española. La recuerdo buena aunque muy folletinesca. El actor principal era Paco Rabal. Y la actriz Julita Martínez, aquella madre tan encantadora de la televisión cuando éramos tan jóvenes. Recuperé la memoria de ese título al escuchar hablar a Juan Manuel de Prada de su novela, de su memoria y de su visión de aquellos años, de aquellas vidas. Es verdad, siempre hay un camino a la derecha. Incluso hubo demasiados. Lo que no hubo, lo que no dejaron que hubiera es un camino a la izquierda. Ahora, la verdad, cuando hablo de derechas o izquierdas, me parece que estoy hablando de los pisos de mi escalera. O estamos a la derecha o a la izquierda. No tenemos centro. Tampoco tenemos extremos. En fin, leeremos la novela de Prada. Lo haremos aunque sea un camino a la derecha. Es verdad que lo hay. Incluso a veces puede estar bien escrito. Ya veremos. Ya leeremos.