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Esa jodida tierra

Por 22 de septiembre de 2008 Sin comentarios

Javier Rioyo

Comíamos huevos fritos con boquerones en un mercado de Madrid, el de Barceló -todavía real, literario aunque cercano a la extinción, reconversión, privatización o como llamen a esas especulaciones de nuestros espacios civiles-, en un bar e invitados por el buscador de rarezas, galerista, taurino y testigo de nocturnidades Chiqui Abril.

En Víznar y alrededores mataron a centenares como Federico. Él era el poeta, y los otros, los que habitaban sus poesías

En la celebración estaban dos hermanas García Lorca, Gloria y Laura. No era el momento ni el lugar para recordar tumbas, pero no pudimos evitarlo. Más allá de los comunicados oficiales, de las entrevistas, de los silencios o las declaraciones, la familia Lorca vuelve por donde solía. Lejos de circos mediáticos.

Desde hace muchas décadas vienen diciendo lo mismo: no quieren mover los restos de Federico. Asesinado, enterrado con otros muchos en una fosa, en un barranco; como uno más, muerto entre buena gente. Entre maestros, obreros, banderilleros o campesinos. Gentes del pueblo, de su pueblo. Había sido un niño rico, un joven amable, y era un autor famoso que sabía disfrutar de los placeres de la fama sin olvidar a los pobres de la tierra. Era una provocación para aquella calaña que tomó el poder a golpes de muerte y nocturnidad.

En Víznar y alrededores mataron a centenares de gentes como Federico. Él era el poeta, y los otros, los que habitaban sus poesías. Murió en ese lugar, que un día de brumas de hace diez años recorrí con otro poeta de Granada, con otro García. Triste lugar, residencia en la tierra de una tristeza que sentimos, como la sintió Marguerite Yourcenar, como la han sentido los que han paseado por aquel doliente paraje, sin parques, sin tumbas, sin fuentes ni placas: no hacían falta para la emoción. Montones de huesos bajo la tierra de muertos sin razón, sin piedad, sin juicio, sin derecho y sin valentía. Así matan los asesinos, los cobardes, los injustos y los malversadores de la verdad.

Contaba Isabel García Lorca, la hermana pequeña, que su hermana Gloria la conminaba a no llorar: "Nosotros no tenemos que llorar. ¡Que lloren ellos!". Y para darse fuerzas recordaba un verso de Federico: "La tristeza que tuvo tu valiente alegría".

La familia se exilió a Nueva York, con tristeza, quizá con lágrimas. Al partir el barco que les alejaba de su vida, su tierra, sus huertas y sus gentes, Federico García Rodríguez, padre del poeta, pronunció con dolor y firmeza unas palabras: "No quiero volver a esa jodida tierra". No volvió. Cada día la añoraba. Cada día pensaba en ella y en su hijo muerto, asesinado, enterrado en un barranco. Murió con dignidad y sepultura en tierra extraña. Allí murió, allí nacieron otros García Lorca, allí para siempre sus huesos, su sepultura. La de su hijo Federico está en todas las partes. En la memoria de millones. Aunque también esté en un barranco del lugar de Víznar.

Artículo publicado en: El País, 21 de septiembre de 2008.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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