Clara Sánchez
Parece una broma que si mi pequeña economía se tambalea a nadie le importa, pero que un gran banco quiebre tenga que acongojarme y el que las constructoras ya no se forren como antaño y sufran alguna pérdida tenga que preocuparme y repercutirme en el bolsillo. La verdad es que dan ganas de sacar los ahorros de la cuenta y meterlos debajo del colchón y empezar a hacer algo concreto y útil como sembrar patatas y criar gallinas.
Si algo bueno puede tener verle las orejas al lobo como se las estamos viendo desde el santuario del dinero invisible, Wall Street, es tratar de poner los pies en la tierra, literalmente hablando. De hecho en las ciudades como Madrid estamos demasiado lejos del campo que nos da de comer. Hay Zoo, hay Jardín Botánico, hay parques (algunos muy hermosos), hay Casa de Campo, pero que sepa no hay huertas ni granjas. Esto puede sonar extravagante (¿una granja, vacas, moscas?) porque hemos creado la "ciudad franquicia", porque hemos acatado una forma de vida en que despreciamos e ignoramos lo necesario y nos hemos quedado con el adorno, exclusivamente. Si pudiéramos prescindir de alimentarnos no pasaría nada, pero no sólo no podemos sino que incluso nos gusta.
Hemos expulsado el campo de nuestro día a día. Los alrededores de Madrid (por poner un ejemplo) en que se cultivaba la tierra se han alejado tanto del asfalto que es imposible ver una lechuga plantada en muchos kilómetros. Se trata de una falta, una carencia en nuestra visión de la vida que probablemente hace que nos sintamos más vulnerables. Así que no estaría nada mal que los niños pudieran acceder a este conocimiento en vivo y en directo. No les vendría mal saber cuál es el valor real de un tomate, que ha tenido que ser plantado, regado, vigilado, arrancado en el momento justo y todo lo que después se puede hacer con él. Que no tuvieran que esperar al campamento de verano para ver una vaca y con suerte ordeñarla. No se trata de llenar Madrid de cabras, ovejas y cerdos, pero que tampoco sea algo que no queramos ver, ni oler, como si no tuviera nada que ver con nosotros y nuestra existencia urbanita porque sí que tiene que ver.