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ELEGÍA DE LA CANCIÓN

Por 21 de febrero de 2007 Sin comentarios

Javier Rioyo

Seguimos amando esas canciones que no fueron las nuestras cuando entonces. No, para nosotros, hablo de la generación que cuando se quiso enterar de “aquello” del 68, ya se había terminado. Mis canciones, mis músicas de la edad inmadura, era más anglosajonas, más de la costa oeste, aunque otras muchas pasaran por el Canet Rock o por el San Juan Evangelista, el “Jhonny” madrileño donde nos bebimos el jazz y otros acordes flamencos…Pero, en esas, no se bien cómo ni por quién, nos llegaron las canciones francesas. Esas canciones que habían sido tan queridas por la generación de nuestros poetas del alcohol, por nuestros poetas de los cincuenta.

Seguramente gran parte de la culpa la tiene la mirada de Jaime Gil de Biedma y su poema “elegía y recuerdo de la canción francesa”. Cuando a aquellos jóvenes, apenas niños de la guerra, que se encuentran con las esperanzas rotas de la posguerra europea, después de que este país se normalizara, se democratizara, les llega la canción francesa que apareció como “una rosa de lo sórdido”, como una “manchada creación de los hombres, arisca, vil y bella”.

Una canción que llegó para cantar la “heroicidad canalla, el estallido de las rebeldías, igual que llamaradas, y el miedo a dormir solo, la intensidad que aflige al corazón”…Ellos, los de entonces, la quisieron enseguida, les pareció un eco lleno de “nostalgias de rebelión”. Después, poco después, ya nadie esperaba ninguna revolución. Entonces nos llegó a nosotros, los que no éramos los de entonces, y también fue capaz de ilusionarnos con su paganismo, con su vitalidad para cantar al amor. Aunque fuera al amor de un día, de unas horas de encuentro en un cuarto de hotel. Nos aprendimos sus intensidades y sus ironías, sus burlas y sus derrotas. Y es verdad que nosotros, que no éramos “los de entonces, ya no somos los mismos, aunque a veces nos guste una canción”.

La otra noche, y no por azar, tuve la fortuna de ver, de escuchar y aplaudir, a la última de ese tiempo, de esas canciones, a la última gran interprete que mantiene esa manera tan hermosamente canalla de decir aquellas canciones, de aquellos poetas. Se llama Juliette Greco. Fue la novia de los existencialistas. Aunque no dejó de acostarse con Miles Davis. Es un mito. Viva, vivaz, descarada y sentimental, hizo un inolvidable concierto en “Le Chatelet”. Yo estuve allí. Me hubiera encantado que me acompañaran los jóvenes de la generación de poetas que nos enseñaron a querer a esas músicas, a esas musas. Unas canciones que se nos parecen.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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