Javier Rioyo
En el “planeta Pombo” pasan cosas agradables, sorprendentes, contradictorias y divertidas. Cuando el domingo Álvaro Pombo recibió el Premio Planeta entró una bocanada de literatura en esa casa editorial que tantas bifurcaciones tiene. El premio de referencia, el mejor dotado y más popular de la literatura en español, tiene muchas veleidades mediáticas, populares y populistas que no siempre ayudan a crear mejores lectores. El escritor Juan Marsé este año no hubiera tenido que marcharse del jurado. Ni tuvieron que disimular su malestar las habituales conjuradas Rosa Regàs y Carmen Posadas. También se encontraban cómodos en sus papeles de nuevos jurados, Soledad Puértolas y Alfredo Bryce Echenique. Y es que Álvaro Pombo es uno de nuestros más interesantes narradores ahora hace ya casi treinta años.
Pombo, al que muchos descubrimos en aquellos Relatos sobre la falta de sustancia, que publicó Rosa Regàs en su editorial La Gaya Ciencia, no ha dejado de crecer y dar sorpresas con sus libros, principalmente con sus novelas. Desde esos relatos iniciales, sin olvidar sus poemas de aquellos años, su obra ha ido avanzando por originales caminos temáticos, por heterodoxos planteamientos de contenidos y de clasicismo formal. Muchas obras notables completan la trayectoria de este feliz ganador que el pasado año también fue ganador, con su novela Contra natura, de otro premio literario que también se otorga en Barcelona, el premio Salambó. Un premio de prestigio sin dinero, nada que ver con el Premio Planeta. A Pombo, a quien seguramente le alegraría recibir el Salambó, le alegró mucho más recibir el Planeta porque, según él, es un premio divertido y el dinero lo convierte en mucho más divertido.
A él, que fue un “niño bien”, que por razones distintas tuvo que trabajar duro para supervivir en Londres, que ha sabido vivir sin mucho dinero y que mantiene una dilatada fidelidad al editor Herralde, lo de ahora, lo del millonario Premio Planeta le parece tan fascinante como haber ganado en la Bolsa. Dice que su relación con la editorial Anagrama, donde está casi toda su obra, seguirá en las buenas relaciones habituales. Que el vínculo con Planeta, de momento, es una cana al aire. ¿Quién se resiste a los cien millones del premio? ¿Hay razones para resistirse? Seguramente. Yo recuerdo al menos tres novelistas españoles que han declarado su rechazo a ser tentados por ese premio: Rosa Montero, Almudena Grandes y Javier Marías. La verdad es que los tres tienen lectores, y seguramente contratos, que les permiten no tener que buscar el impulso mediático y de ventas que suele proporcionar el Planeta.
El Premio Planeta sigue siendo un espectáculo, una representación, un juego de disimulos y una mejorable puesta en escena de unos ritos que poco tienen que ver con la literatura. Sin embargo, si sucede que el premio se concede a un buen escritor -como Álvaro Pombo- y que además entrega una buena novela -algo que no siempre ha pasado con algunos buenos escritores que han ganado el Planeta- estamos ante la feliz noticia de que la novela más comprada de la literatura en español sea una obra importante desde el punto de vista literario y estaríamos en el mejor de los rumbos para conseguir que lectores y literatura no vayan por caminos contrarios. Si es un buen Pombo, la literatura en español está de enhorabuena. Esperamos impacientes su publicación.