Javier Rioyo
No diré lo que pienso. Pero intentaré pensar lo que digo. ¿Hay que ser honorable para ser poeta? ¿Se puede ser poeta viviendo con deshonor?
¿Hay que ser bueno machadianamente, angelgonzalezmente para ser poeta? Para ser llamado poeta no. Incluso para ser premiado, alzado a los altares de un gobierno que anda en compañía de la poesía secreta. Yo creo, sigo queriendo creer que se puede ser poeta y buena persona. Incluso otras cosas, otros cargos. De vez en cuando lo dudo. Pero es ponerme prosaico.
Hay poetas y otras cosas. Hay premiados y poetas. Hay clases también en los poetas. Y hay poetas con clase. Hay poetas tapados, silenciosos y fríos que quizá así han estado porque era su condición de oscuros poetas. Como la negra provincia. Como la patria oscura. Hay poetas sentidos y poetas resentidos. Hay poetas que no soportan su premio. Que no soportan la falta de lectores. Hay poetas que presumieron de todo lo que después negaron con los laureles de los amigos. Hay poetas leídos y poetas galardonados. Hay poetas para el abrigo y poetas para los desnudos. Hay poetas que no perdonan la muerte. Hay que no perdonan la vida. Hay mezquindades disfrazadas de falsas bondades. Hay sufrimientos inventados, incapacidad para la alegría.
Acabo de recibir el regalo de las navidades del editor Chus Visor, con perdón.
El libro, el "visorín", es un texto del poeta que más quería mi querido Luis Buñuel, Benjamín Peret. Un texto que escribió en México en los momentos finales de la Guerra Mundial. Se llama El deshonor de los poetas, dice cosas, hermosas, inteligentes y de hombre bueno, verdadero y honorable. Si pudiera se lo mandaría a algún poeta laureado…"pero el poeta no está para mantener en el prójimo una ilusoria esperanza humana o celestial, ni para desarmar a los espíritus insuflándoles una confianza sin límites en un padre o en un jefe contra el cual toda crítica se vuelve sacrilegio. Por el contrario le corresponde pronunciar palabras siempre sacrílegas y blasfemias permanentes"
Como no soy poeta callaré mis blasfemias, contendré mis sacrilegios y no señalaré a los poetas hincases de voces sacrílegas ni blasfemas. El silencio les vendrá a visitar algún día, de noche.