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Llenar un vacío

Por 16 de enero de 2008 Sin comentarios

Andrés Ortega

La Alianza de Civilizaciones, como Zapatero y otros oradores en el foro de ayer en Madrid se encargaron de resaltar, viene a llenar un vacío. O varios. Es un intento de acercar culturas dispares desde el "entendimiento, comprensión y respeto", de "gestionar la diversidad en un mundo globalizado" y sobre todo, aunque esto se dice menos ahora, de frenar y aislar la subida de los extremismos en su seno.

Lo recorrido en poco más de tres años hasta este primer Foro de Madrid desde que Zapatero lanzara esta iniciativa, y la copatrocinara el primer ministro turco Erdogan, debe sorprender hasta a los más escépticos. Ahora pertenece a Naciones Unidas y cuenta con un creciente respaldo internacional. Pero aunque va adoptando iniciativas muy concretas, esta Alianza aún suena algo a hueca, con un perfil político insuficiente y que gira esencialmente en torno al islam. Le falta mucha política. Como dijo la reina Noor de Jordania, "no son sólo problemas de percepción, sino problemas políticos reales que requieren soluciones reales".

Aunque, según Zapatero, la Alianza aspira a "generar ideas positivas", no deja de ser curioso que, en este primer foro de una iniciativa que intentaba responder a la idea de que contra el terrorismo yihadista, y otros, no basta sólo la fuerza o la acción judicial pues también es necesario librar la batalla de las ideas, hubiera pocas referencias a este tipo de violencia.

Lo que ayer quedó claro es que no se trata ya sólo de analizar problemas, sino de lanzar acciones para intentar resolverlos, desde los gobiernos y sociedades, a nivel nacional -ya hay un Plan Nacional en España- e internacional, en busca de resultados, pues por éstos se la juzgará.

En este estadio inicial, la Alianza ha decidido centrarse en cuatro campos: la educación, la juventud, las migraciones y los medios de comunicación. Son difíciles, requieren mucha lluvia fina, y hay el riesgo de que estas cuatro áreas se conviertan en compartimentos estancos cuando tienen tanto en común, por lo que se requieren visiones integradas. En todo caso, nadie ignora las desigualdades socioeconómicas en estos conflictos aparentemente culturales. Como señaló Mary Robinson, exalta comisionada de la ONU, cuando se pregunta qué entiende por derechos humanos, mucha gente en el mundo lo primero que contesta es el derecho a agua y a vivir sin violencia.

La falta de expectativas de la mayor parte de los 1.000 millones de jóvenes que están a punto de entrar en edad laboral en el mundo constituye un caldo de cultivo para los extremismos. Por ello hay que saludar pasos concretos dados ayer en Madrid por la princesa qatarí Mozah Bint Nasser Al-Missned de dotar con 100 millones de dólares un programa para ayudar a estos jóvenes, y por la reina Noor de aportar otro tanto para un proyecto de producciones audiovisuales que entretengan a la vez que formen e informen, o el acuerdo de principios entre una Alianza de Civilizaciones y la Unesco para colaborar y evitar duplicar esfuerzos. La Alianza se presenta también como catalizador de iniciativas.

Las críticas cruzadas entre Oriente y Occidente a los "dobles raseros" estuvieron muy presentes en los debates. Claro que cuando se pidió a un panel que propusiera medidas concretas hubo casi unanimidad en torno a la necesidad de un acuerdo de paz basado en dos Estados entre israelíes y palestinos, cuya carencia genera tanta humillación en todo el mundo árabe y musulmán. Hoy por hoy suena a irreal, más que a imposible. No es un punto de partida. Casi más fácil resultaría esa auténtica alianza de civilizaciones que, como dice Erdogan, significaría el ingreso de Turquía en la UE.

Publicado en El País, 16 de enero de 2008

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Andrés Ortega

Andrés Ortega Klein nació en Madrid en 1954. Es hijo de español (José Ortega Spottorno fundador de Alianza Editorial y de El País e hijo a su vez de José Ortega y Gasset) y francesa (Simone Ortega, autora de 1.080 recetas de cocina). Estudió bachillerato francés en Madrid, se licenció en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense y posteriormente realizó un Master en Relaciones Internacionales en la London School of Economic (LSE) con una beca de la Fundación March. En Londres inició su carrera periodística como corresponsal para El País, pasando posteriormente a Bruselas donde cubrió el final de las negociaciones de ingreso de España en la hoy Unión Europea.  Durante la primera Presidencia española del Consejo comunitario en 1989, trabajó como asesor ejecutivo para el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez. A principios de 1990, pasó al recién creado Departamento de Estudios de la Presidencia del Gobierno encabezado por Felipe González, que dirigió entre 1995 y 1996. Se incorporó entonces a la sección de Opinión de El País como editorialista y columnista. En 2004, se convirtió en el primer director de Foreign Policy Edición Española (FP), publica por la Fundación FRIDE.  Junto a su labor de análisis de la realidad internacional en El País y en FP, ha publicado en numerosos medios especializados en España y otros países y participado en los principales foros. Ha publicado cuatro libros: El purgatorio de la OTAN (1986), La razón de Europa (1994); Horizontes cercanos: Guía para un mundo en cambio (2000) y La fuerza de los pocos (primavera de 2007). En 2002 fue galardonado con el Premio Madariaga de Periodismo Europeo (prensa escrita).

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