Javier Rioyo
Me gustan los cotilleos. Siempre me han gustado. Soy un adicto a ellos y gran parte del día lo entretengo leyéndolos. El último libro de cotilleos que he leído es más que recomendable. Está, desde las primeras páginas hasta su final, cuatrocientas páginas después, lleno de incursiones en la vida privada y en la vida amorosa oculta de los personajes. Y se nos acercan los engaños, pasiones, amores, huidas, trampas y ocultamientos de muchos personajes célebres de nuestra historia cultural, política o dramática. Un libro para no aburrirnos. Es una novela, pero está cargada de verdades posibles, de vidas descubiertas porque nos adentramos en su propia correspondencia. ¡Es como el placer de violar la correspondencia! Como mirar por un agujero secreto a la pared del vecino, como asomarnos por el ojo de la cerradura a vidas privadas a las que no habíamos sido invitados. Una excelente novela de cotilleos acaba de publicar Vicente Molina Foix. Y no disimula su condición, se llama El abrecartas y justamente nos permite, sin complejos, cumplir ese deseo de abrir las cartas ajenas y cotillear en sus vidas. Así crece la literatura, así se hicieron también las grandes historias de la literatura. Los cotilleos de Molina Foix son más o menos cercanos, desde lo singular de un niño rico de Fuentevaqueros y las picardías con otros niños menos ricos de su pueblo hasta las andanzas de dos jóvenes, uno más que otro, guapos y osados chicos de Barcelona llamados Félix de Azúa y Enrique Vila-Matas. Hay muchos más cotilleos, por ejemplo los de Vicente Aleixandre, Gregorio Prieto, Luis Cernuda, Eugenio D’Ors, Ortega, Alberti, María Teresa León, Vitín Cortezo, Oriol Bohigas o Enrique Múgica Herzog…En fin divertidos cotilleos de muchos de los llamados “Epénticos” y de otros que no lo fueron.
Todos dicen que es la mejor novela de Molina Foix, yo también lo pienso y, además, la más cercana a los que somos y nos reconocemos como cotillas. Yo me di cuenta que lo era cuando comencé a leer los poemas homéricos. Desde luego Plutarco fue un maestro de los cotilleos. Y el cotilleo sigue su carrera literaria con los cantares de gesta, con el romancero, con los viajes de Clavijo o Marco Polo. O con los de Saint-Simon o la condesa d’Aulnoy. Sin olvidar las memorias de Casanova, de Lautremont o La Rochefoucauld. Y ya más cerca del libro de Molina Foix, las correspondencias, los epistolarios de Erasmo, Lope de Vega o Madame Sevigne. O esas dos cumbres epistolares recientemente reeditadas entre nosotros, que son las de Juan Valera o Ramón María del Valle Inclán. Claro que tampoco hay que olvidar los grandes cotilleos literarios escritos por Oscar Wilde o Marcel Proust. Desde luego el libro de Molina Foix merece estar entre lo mejor de la literatura del cotilleo. Hay otros, pero son más aburridos.