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CÍNICOS Y PERIODISTAS

Por 8 de febrero de 2007 Sin comentarios

Javier Rioyo

Desde luego Kapuscinski era un maestro, un referente, una “rara avis” en el mundo del periodismo. Y lo era, no por escribir bien, si no muy bien y a veces excepcionalmente bien (hay unos cuántos que también son grandes escritores y se dedican a esta profesión), lo cual ya le sitúa en un lugar diferente de la mayoría. Pero no era eso lo que hacía de él un periodista sin muchos semejantes; lo que hacía de él algo extraordinario es que unía ese talento, esa genialidad en su escritura con la forma en que ejercía el periodismo. Su preocupación por los lugares desprotegidos, dominados, deprimidos, desolados  del mundo y atender y entender lo que allí pasaba no porque fuera la guerra de moda, ni el conflicto más llamativo. Él era capaz de hacernos llegar lo que tantas veces no es visible en el peculiar mundo de la información. Además, Kaspuscinski, tenía la insólita manía de vivir dentro de los mundos de los que escribía. Y una rara capacidad para vivir inmerso en ellos por más incómodos o duros que fueran esos mundos. Pero no era perfecto, era un ingenuo. Además casi nadie le hacía caso. Leerlo, eso sí lo hicieron bastantes en el mundo, y después olvidar lo que nos contaba.

Hoy lo he recordado porque una vez más he comprobado que no era verdad esa frase suya: “los cínicos no sirven para este oficio”. Qué ingenuo. Los cínicos son los más populares, los más famosos y los mejor pagados de este oficio. Vale, es posible que Kapuscinski no considerara de los suyos a algunos que dicen ser periodistas. No los consideramos, pero lo son.

Hoy lo he recordado al ver, por accidente de zapping, las informaciones que estaban dando algunos que ejercen ese oficio desde el lado del periodismo de sociedad, de corazón o de lo que sea eso. No he podido soportar cómo se referían a la muerte de una mujer joven, de una madre separada, de una señora que tenía un trabajo y tenía, como tantos problemas. No he podido soportar la injerencia en la vida, en la muerte y sus conjeturas de Erika Ortiz Rocasolano. No lo podía admitir desde lo que me queda de periodista, de no querer ser cínico con algunas cosas y de ser más respetuoso con el dolor de una familia. Ella no era pública, no era princesa, no era actriz, ni escritora, ni daba exclusivas de su vida o de la vida de su familia. Una mujer joven ha muerto antes de lo razonable.

Compañeros no me sean canallas. No sean tan cínicos. Ya sé que casi ninguno podemos, ni queremos ser Kapuscinski, pero de verdad hay que elucubrar sin saber, sin datos y sin pudor sobre la vida y la muerte de alguien a quien no conocieron.

Me gustaría que fuera verdad que los cínicos no valen para este oficio. Y si no valen que sean otra cosa. Que se llamen de otra manera. Yo no soy de los míos, pero desde luego de unos más que de otros. Al menos es lo que uno desearía, no ser como vosotros.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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