Javier Rioyo
La felicitación que espero con más interés en estos días, sin despreciar otras originales u ocurrentes, es la que cada año envía Pachi, la dueña del bar “El Cock”, uno de nuestros más habituales e históricos refugios del paisaje nocturno madrileño. Es una curiosa colección de pequeños relatos, de selección de textos que tienen que ver con la bebida y el alcohol. Siempre ha sido Gonzalo Armero el encargado de la selección y la edición, un excelente diseñador y otras cosas que tuvo la mala idea de morir antes de tiempo. Sus hijos, Jacobo y Mario, son buenos continuadores de su obra y de su amor por las letras y las buenas barras.
Este año han elegido para esa colección para bibliófilos un texto de Jack London. Un fragmento de su muy curioso relato “John Barleycorn”. Una suerte de memorias alcohólicas que algunos reconocemos muy bien. El personaje de London sabe que no es dipsómano porque durante meses en el barco, en una solitaria navegación, se da cuenta de que no le hace falta beber. Que sólo cuando está en compañía tiene el deseo de beber. Asegura que nadie ha comenzado a beber sin que haya sido por el entorno social. Que la propensión por la bebida proviene de la necesidad de relación social. Que cuando piensa en alcohol piensa en gente. Y que cuando piensa en ciudades, también piensa en bares y bebidas. Y así hace un recorrido por las ciudades y sus bares. Por las bebidas de antaño.
Estaba leyendo en soledad ese relato y me alarmé. Lo estaba haciendo en casa, solo y, sin embargo, me estaba gustando saborear mientras leía mi copa de whisky. Me empecé a preocupar. Creo que después de estas fiestas tendré que dejar de beber si no estoy acompañado. Tendré que volver a unir el alcohol a las fiestas, a lo social y a la compañía en los bares. Tendré que renovar mis bares. Ya no se les puede pedir aquellas cualidades que tanto gustaban a Jaime Gil de Biedma. Intentaré buscar el texto de Jaime Gil.