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Blogs de autor

Estrella del alba

Eder. Óleo de Irene Gracia

Javier Fernández de Castro

Oxford, 1919. Alemania se ha rendido y las grandes potencias se están repartiendo impúdicamente el mundo y las más afectadas, en concreto Francia, tratan de sacar algún beneficio de la hecatombe en la forma de reparaciones bélicas. Ambas cuestiones, el obsceno reparto del mar de petróleo que es Oriente Medio y las reparaciones que acabarán dando a las nuevas autoridades germanas una excusa para volver a las andadas,  juegan un papel  importante en Estrella del Alba.

Oxford mientras tanto trata de recuperar su vieja vocación docente readaptando a la vida civil a la brillante generación de estudiantes y profesores llamados al frente y que regresan de éste (los más afortunados, que no fue el caso del malogrado y todavía llorado Wilfred Owen) malheridos física y espiritualmente. La necesidad o no de volver a escribir después de la arrasadora experiencia que acaban de vivir (sufrir) es otro de los temas recurrentes de la novela. De todos los protagonistas que hubieran podido dar cuenta de aquel momento, el autor ha elegido a: T.E. Lawrence, mundialmente conocido como Lawrence de Arabia; Robert Graves, que ya se había hecho un nombre como poeta de la guerra y que en su búsqueda de una nueva forma de expresión estaba a punto de descubrir el Mediterráneo desde su apostadero de Deiá, en Mallorca; J.R.R. Tolkien, ya rumiando  las famosas fantasías que acabarían dándole fama internacional con El Señor de los Anillos; y C.S. Lewis, brillante medievalista y futuro ensayista, crítico literario y académico, también famoso por sus Crónicas de Narnia.

Cualquiera de los cuatro daba para una novela, razón por la cual el lector se frota las manos al saber que todos ellos van a interactuar. En este sentido es de señalar que el autor se toma  unas acertadas licencias, ya que si históricamente coincidieron en Oxford en aquella  época, las relaciones entre ellos han sido adecuadamente alteradas en beneficio de la narración, que queda finalmente centrada en T.E. Lawrence porque su poderosa, compleja y contradictoria personalidad (aparte de su espectacular trayectoria vital) es la más brillante y agradecida. Además, el planteamiento estructural también podría haber sido muy agradecido, ya que tanto Graves, como Tolkien o Lewis mantienen una conflictiva relación con Lawrence, de formar que el personaje de éste se va construyendo como un juego de espejos que van proyectando de unos a otros una imagen progresivamente rica,  e incluso épica. Pero llegados a este punto se hace preciso decir unas palabras acerca del autor, ese Wu Ming 4 que firma el libro.

Wu Ming es un colectivo de escritores italianos que alcanzó un notable éxito internacional a principio del presente siglo con una novela titulada Q, publicada en España por Mondadori. Si alguno de los integrantes del colectivo (que inicialmente se llamó Luther Blisset y estaba formado por cinco personas) desea escribir por su cuenta un libro, lo firma el colectivo, pero con un número añadido que identifica al que lo realizó, en este caso Wu Ming 4. Como todo acto relacionado con el arte pero que no es en sí mismo una creación artística, la operación entraña una contradicción intrínseca y al lector curioso le basta entrar en su página web (www.wumingfundation.com) para apreciar a lo que me refiero. En principio el colectivo está en contra del culto a la personalidad, reniega de la figura del artista (inevitablemente condenado a ser devorado por la faceta comercial) y cuestiona incluso la escritura por el peligro que ésta corre de verse anquilosada, encorsetada y vendida como un producto más. Y hasta ponen en la página web sus novelas (colectivas o individuales) a disposición del lector que se las quiera bajar porque también están contra los derechos de autor. Lo que ocurre es que el sistema, el maldito sistema siempre empeñado en fastidiar, los ha hecho millonarios a través de ventas masivas en trece idiomas, y por lo tanto se trata de personajes muy conocidos, en definitiva no muy distintos de ese Damien Hirst que ha logrado centrar la ira general por su descarada (y exitosa) inclinación a confundir deliberadamente arte y negocio. Hace años, The New Yorker publicó una página entera dedicada a los epitafios que merecían los personajes públicos. Al llegar al beatnik decía: "Antes muerto que publicado". Pues eso.

La  preocupación por la contradicción entre lo público (la fantasía) y lo privado (la tan cacareada realidad) también acaba apoderándose de la imagen que se va creando de Lawrence a través de las visiones que tienen de él quienes le trataron. Y es una lástima. Es pública y conocida la mala conciencia de Lawrence por su condición de instrumento para la traición que Gran Bretaña perpetró contra los árabes. También es conocida su retorcida relación con la homosexualidad y el masoquismo, en abierta oposición a la imagen de héroe épico que daba de él la prensa internacional. Pero  una vez expuesta esa contradicción, en lugar de insistir en ella y  contarla de tantas formas diferentes, el lector agradecería que el autor se hubiese dedicado a profundizar en los otros tres personajes (Graves, Tolkien y Lewis) que cargaban asimismo con sus miserias y contradicciones pero que, cada uno a su aire, merecía si no tanta atención como a Lawrence al menos un tratamiento con algo más de profundidad. Y es una una pena porque Wu Ming 4, quienquiera que sea, escribe muy bien, se ha documentado en profundidad y tanto lo que cuenta de Lawrence como los detalles familiares y académicos de los tres oxfordianos que le hacen de coro son de gran calidad. Pero merecían mejor tratamiento.

Estrella del Alba

Wu Ming 4

Acuarela

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Javier Fernández de Castro

Javier Fernández de Castro (Aranda de Duero, Burgos, 1942- Fontrubí, Barcelona, 2020) ejerció entre otros los oficios de corresponsal de prensa (Londres) y profesor universitario (San Sebastián), aunque mayoritariamente su actividad laboral estuvo vinculada al mundo editorial.  En paralelo a sus trabajos para unos y otros, se dedicó asiduamente a la escritura, contando en su haber con una decena de libros, en especial novelas.

Entre sus novelas se podrían destacar Laberinto de fango (1981), La novia del capitán (1986), La guerra de los trofeos (1986), Tiempo de Beleño ( 1995) y La tierra prometida (Premio Ciudad de Barcelona 1999). En el año 2000 publicó El cuento de la mucha muerte, rebautizado como Crónica por el editor, y que es la continuación de La tierra prometida. En 2008 apareció en Editorial  Bruguera,  Tres cuentos de otoño, su primera pero no última incursión en el relato corto. Póstumamente se ha publicado Una casa en el desierto (Alfaguara 2021).

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