Francisco Ferrer Lerín
Costó encontrar a alguien que pudiera abrirme. Necesitaba recuperar la cartera con documentos que pude olvidar en algún banco de la catedral de Jaén ahora cerrada al ser más de las ocho de la tarde. Un quiosquero jocundo me indicó dónde vivía el llavero y, gracias a ciertos enjuagues, conseguí reintegrarle, momentáneamente, a su lugar de trabajo y así recorrer la nave de cabo a rabo hasta dar con el objeto perdido. No tenía el empleado prisa en salir, quizá a la espera de nuevos favores, pero me esperaban en el hotel Condestable Iranzo y consideraba suficientemente retribuido el servicio extemporáneo. Justo al llegar al pasadizo de escape y volver la cabeza para evitar golpeármela con un arbotante reparé en una sombra o figura casi humana que se movía rápida por uno de los corredores en galería que coronaban los flancos de la sala. Ahora al llavero se le había despertado la prisa y a mi pregunta de quién a estas horas andaba por ese lugar respondió con un vago ‘son máculas que resbalan a través de la logia’ al tiempo que me empujaba hacia afuera y cerraba el portón desde la calle girando la llave a velocidad vertiginosa. Fue inútil insistir, llegó a decirme entre sarcástico y amenazante si yo no estaría borracho y tendría alucinaciones.
Al día siguiente, terminada la sesión congresual, volví a la catedral, a sus alrededores, en concreto al barrio judío. Merodeé largo rato, hasta que, en un lóbrego portal contiguo a la taberna El Gorrión, conocí al autoproclamado rabino Bonaffos Abanbrom que, a cambio de unas monedas, me facilitó la lista de pobladores actuales de la catedral de Jaén, no reconocidos por la autoridad eclesiástica, lista confeccionada, según él, a partir de datos aportados por personas de confianza. Estos pobladores, sin duda pertenecientes a la para muchos extinta Sociedad de la Alquimia Inversa, moran en recovecos secretos del edificio catedralicio y, en horas nocturnas, convierten el oro de los retablos, imágenes y objetos litúrgicos, en metales poco nobles, cumpliendo así la profecía que anuncia el fin del boato católico.
Pobladores de la Catedral de Jaén, según el rabino Bonaffos Abanbrom:
Maestro Bartolomé. Condición: espectro.
Uno de la familia Corvera. Condición: insepulto.
José Martínez de Mazas. Condición: espectro.
Eufrasio López de Rojas. Condición: lupo.
Marianela Rebujo de Alcanforado. Condición: lamia.
Sempiterna Bonó de Gargolés. Condición: mora.
Jacopo Florentino. Condición: ráfaga.