Francisco Ferrer Lerín
He contado en público repetidas veces la historia de uno de mis bisabuelos que apareció con las uñas clavadas en la tapa del ataúd cuando los enterradores se disponían a trocear embalaje y embalado para hacerle sitio a un nuevo ocupante del nicho. Pero ahora me llega noticia de que unos funcionarios, en la misma faena de esponjamiento, hallaron a un tipo que dejó escrito a lápiz un mensaje en el interior de su caja.