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Ya somos el olvido que seremos

Por 25 de agosto de 2009 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Hace más de veinte años, el 25 de agosto de 1987, Héctor Abad acudía para identificar el cadáver de su padre antes del levantamiento. Lo habían asesinado en Medellín. Al vaciar los bolsillos encontró un poema escrito a mano y con las iniciales JLB. Ocupado durante meses con la indagación policial, Abad no entregó el poema al diario "El Espectador" hasta noviembre y allí se publicó firmado por Jorge Luis Borges. El poema, sin embargo, no aparecía en las Obras Completas y los especialistas acusaron a Abad de falsario. Debo resumir de un modo brutal una historia bella y detectivesca.

El caso es que no se resignó. No le angustiaba la acusación de los borgianos, sino la memoria de su padre. Aquel poema había sido lo último que pudo leer y era un poema sobre la certeza de una muerte próxima. Como si el poema anunciara lo que le iba a suceder. De modo que Abad comenzó una pesquisa que le llevó años, visitas a dos continentes, cientos de cartas, correos electrónicos, entrevistas. La autoría del poema era, además, una cuestión de honor porque Abad lo había hecho grabar en la tumba de su padre con el título de "Epitafio".

¿Quién había escrito aquel poema profético y fatídico? En su búsqueda topó con personajes de novela negra, como Harold Alvarado Tenorio, quien aseguraba haberlo escrito él plagiando a Borges. O con la aborrecida viuda de Borges, María Kodama, uno de esos herederos que se apropian del Gran Muerto como si fuera su finca. Kodama, como siempre, negó por completo la autoría de Borges si no había dinero de por medio. O el encantador Jean Dominique Rey, que le proporcionó la pista más firme. Y el no menos delicioso pintor Guillermo Roux, que cerró el caso con un regalo inesperado.

Ahora, y justamente porque Kodama dice que no es de Borges, Abad lo ha podido publicar sin miedo a la denuncia. Y no viene solo. Está en la excelente revista hispano-mexicana Letras Libres de agosto. Cinco poemas y una historia novelesca sobre el amor a la poesía, el respeto filial y la pasión precisa para desenterrar bellos poemas. El primer verso lo tienen en el título. Borges sabía que le quedaban pocos meses de vida.

Artículo publicado el sábado 8 de agosto.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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