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Unas palabras sobre las palabras

Por 31 de marzo de 2008 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

En su imprescindible blog literario La République des Livres, Pierre Assouline informaba el pasado 24 de marzo de la desaparición de 25.000 palabras francesas en los últimos ciento cincuenta años, una lengua completa. No obstante, añadía algo conmovedor: sabemos cuándo nace una palabra y los buenos diccionarios suelen indicarlo, pero no sabemos cuándo muere. Podría decirse que no mueren, sino que, como los dioses, dejan de ser apeladas por los humanos, ya no las necesitan.

Esto es cierto pero, como razona Assouline, basta con regresar a los clásicos para que las viejas palabras cuyo sentido se ha perdido vuelvan a vivir y recuperen su significado, sea por intuición o mediante un fácil rastreo. Así rescatamos, aunque sólo sea para nuestro uso privado, algunas palabras que estuvieron en la boca de todo el mundo hace unas cuantas generaciones. Su sabor, como el de los licores viejos, es intenso, se retarda en el paladar, calienta el gaznate y cuando llega al cerebro le da un golpe de luz.

/upload/fotos/blogs_entradas/munecaazul_med.jpgComo complemento, les ofrezco la palabra "canesú" a todos aquellos que alguna vez cantaron la deliciosa: "Tengo una muñeca vestida de azul, con su camisita y su canesú", sin haberse jamás preguntado qué llevaba puesto la tal muñeca. A mediados del siglo XIX se impuso entre las mujeres de Marsella una muselina ligera que sustituía las viejas telas de inmoderado grosor y que aliviaba del calor veraniego. Dada la estación del año en que hacía su aparición, la prenda pasó a llamarse quinze août (quince de agosto) y poco después se comprimió en canzout, de donde nuestro canesú.

Así lo explica Victor Hugo y naturalmente puede ser una fantasía. Otras fuentes la remontan al siglo XVII como corrupción de "camisón". En este ámbito es imposible tener certeza alguna. Como los dioses, las palabras, a medida que se alejan en el tiempo, van creando una leyenda más aventurada y esquiva. Convocarlas al presente siempre tiene algo de conjuro y nigromancia. Llegan exangües, fatigadas, quizás escépticas, y suelen regresar al silencio con rapidez y alivio.

Artículo publicado en: El Periódico, 29 de marzo de 2008.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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