Félix de Azúa
Me fui a la parte de Zaragoza para asistir a un concierto en el Auditorio. El grupo Enigma, uno de los mejores de España, interpretaba la Quintade Mahler en una reducción de Klaus Simon para pequeña orquesta. Pasar de un conjunto gigante a otro diminuto tiene la ventaja de que aprecias la esencia misma de la pieza. En Mahler el resultado es brillante porque su alma íntima es camerística. Lo dirigió magistralmente Juanjo Olives, con quien luego compartí mantel junto a gente de teatro, galeristas y tropa de la cultura. Estaban abrumados. En los poderes de Aragón ha caído la bandada de Podemos como grajas en campanario y ha comenzado la tala. A esos graznantes todo les parece elitista. La mayoría de los comensales eran del viejo PSOE, el que está aupando a Podemos en Ayuntamientos y comunidades. Se les veía desolados. Los populistas no cejarán hasta que todos seamos analfabetos, viene la nivelación por abajo, decían.
En el lado opuesto, Trapiello escribió que se había aburrido con Schoenberg en el Real de Madrid y recibió pedradas labriegas de músicos bien situados. Le acusaban de analfabeto y facha. Se ha desatado una plaga de sectarismo similar a la que soportamos aquellos cuya edad nos sitúa en la casquería franquista. Ahora no son los íncubos de sacristía quienes berrean porque las chicas usan minifalda o no les gusta bailar la jota. Ahora es gente establecida la que niega el derecho de opinión a quien amenace su pesebre. O, en la esquina contraria, los resentidos que quieren arrasar cuanto les suene a inteligencia. O sea, todo, menos las carreras de sacos, el serial de los tronos y el botellón.
Mala solución tiene este dislate con un paisanaje que está deseando exprimir unos beneficios de la Guerra Civil.