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Que te compre tu madre

Por 3 de octubre de 2007 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Quienes hayan tenido la fortuna de vivir en algún país civilizado habrán constatado que la publicidad suele ser muchísimo menos invasora que en el nuestro. Ahora mismo (y me he puesto a la máquina como quien desenfunda una Magnum) acabo de oír a un delicado portavoz, quien, tras inquirir si yo era yo, me ha dicho que tenía el honor de anunciarme una promoción de Orange, don Félix. En este caso era un zumo de naranja, pero cada día diez o doce vocecillas telefónicas tratan de colocarme alguno de sus productos (a veces tan improbables como un tal Oso Yoigo) con musicales acentos colombianos. Como tantos otros, cuelgo el aparato sin piedad e imagino el ánimo abatido de la vocecilla y me siento fatal.

En las radios procuro saltar de anuncio en anuncio hasta pillar algo de música o una voz humana, pero es casi imposible. Como muchos, me he jurado no comprar jamás ese colchón que impide oír la voz de Carlos Herrera en Onda Cero, entre otras cosas porque aseguran que si les compro un col- chón me regalan un autobús de línea y yo no sabría qué hacer con un autobús de línea. Y encima, a las primeras 50.000 llamadas les añaden de regalo unas gafas de soldador. Todos los días. Es mucho colchón. Ya no veo las películas de la tele si no es previa grabación en vídeo o DVD para saltar como un gamo sobre las dos horas y media de anuncios que impiden ver la hora y cuarto de filme. Y me juramento para no comprar jamás a los más paranoicos y totalitarios de los anunciantes. Y así sucesivamente. A todas horas.

Yo creo que si no tenemos una ley de la publicidad como la francesa que nos proteja de la fanática persecución a la que estamos sometidos, ello se debe a que el cuerpo de políticos en activo es una rama menor del sistema publicitario, un enjambre de hombres-anuncio que está como el pez en el agua entre yogures y tampax. Algunos medios políticos, como Catalunya Rà- dio, TV-3 y el Canal 33, son empresas de publicidad incluso cuando no pasan anuncios. No pienso comprarles nada, claro, pero a ellos les da igual: ya se han quedado con mi dinero.

Artículo publicado en: El Periódico, 29 de septiembre de 2007.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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