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Profesores, delincuentes y triunfadores

Por 21 de septiembre de 2009 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Si la reforma de Esperanza Aguirre toma cuerpo (lo dudo: hay mucho miedo a combatir el miedo) los profesores contarán con un arma de defensa. Si un chaval les rompe la cara podrá ser imputado de un delito contra la autoridad. No acabo de entender que eso traiga sosiego, porque, dada la ley del menor, no hace falta que le rompa la cara al profesor, puede aserrarlo en dos y tampoco le pasará nada. La justicia española, como todo lo de la raza, es un rompecabezas: sirve para partirnos la crisma.

    El endemoniado asunto de la mala educación española no pueden resolverlo nuestros actuales políticos porque en gran medida son gente que no entiende la necesidad de la educación. No digo mi ministro, que es una excelente persona y un sabio (aunque por el reparto de competencias sólo pueda ejecutar faenas de aliño), pero sí buena parte de la clase política central, autonómica y municipal.

    Supongo yo que ningún periódico osaría investigar el grado de estudios de la élite política. Sería peligroso. Sin embargo, basta con lo que leemos en el currículo de sucesivos nombramientos para percatarnos de que muchos de los actuales responsables de la decisión administrativa sólo han terminado el bachillerato, y no todos. Es verdad que hablo sin datos, pero me temo que esos datos han de ser más secretos que los ingresos reales de sus señorías.

    El caso es que nuestros numerosos políticos tienen empleos a los que no afecta la crisis, ganan sueldos de ejecutivo, ejercen un trabajo muy descansado y reciben unas pensiones fastuosas. Dicho en breve, han triunfado en la vida. Han logrado eso que todos los españoles desean: currar lo menos, buen rollo en el tajo, salir en la tele y cobrar un pastón. Ricos y famosos.

    Podría suceder que pensaran como esos triunfadores, casi todos del ramo del tocho, que miran con estupefacción al hijo que quiere estudiar. Si persiste, llega un momento en que su padre le suelta el grito eterno, inmortal: "¡Pero no ves, desgraciao, que los estudios impiden triunfar en la vida! ¡Mírame a mí!". Y lleva razón.

Artículo publicado el sábado 19 de septiembre.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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