Félix de Azúa
Si no ando equivocado, un viaje de vacaciones es ya inconcebible sin un sol apabullante. Cuando uno repasa las hojas turísticas de los diarios, inevitablemente se encuentra con imágenes deslumbrantes, radiantes, tantas veces tórridas. Quizás se deba al dominio absoluto del mar, la playa y el bronceado, actividad ingeniada por los nadadores británicos del siglo XIX y que nadie podía imaginar se iba a convertir en la salvación de los matrimonios con hijos. También se debe, claro, a la necesidad de alivio en los países que sufren estaciones rigurosas, como Alemania o Inglaterra, cuyos habitantes se vuelven locos cuando les acaricia un rayo solar.
Sin embargo, el viaje de invierno está regresando. De momento sólo entre espíritus abrumados y líricos, pero no tardarán en sumarse los espíritus prácticos y voluptuosos. Los magazines deberán comenzar un duro trabajo pedagógico para dirigir a sus huestes hacia el frío, la nieve, los cielos plúmbeos, la niebla, la lluvia. Y persuadirles de que esas son las vacaciones modernas.
Y tendrán razón. Sobre todo entre nosotros, los de climas templados que tienden cada vez a más cálidos. En mi última visita, un amigo de Sevilla me sorprendió: había viajado al polo norte. Era un circuito organizado y muy caro, pero había alcanzado su sueño: deslizarse en trineo por una nieve dura como pedernal, tirado por una traílla de perros animosos. Hundido en enormes pieles, azotado por un airecillo a treinta bajo cero, había conseguido hermanarse con sus héroes juveniles, Miguel Strogoff, los peleteros de Jack London, Raskolnikof. Y había sido feliz.
Contaba Robert Kaplan en su bello libro Mediterranean Winter, la impresión magnífica de los desolados paisajes sicilianos, tunecinos o adriáticos, opalescentes y verdinegros, los templos lejanos cercados por nubes bajas, la lluvia veneciana que lava los mármoles, todo ello desde un café recoleto cuando ningún turista osa asomarse al invierno marino y las olas parecen solfataras. En esos delicados momentos dejas de sentirte como un turista y vuelves a ser humano.
Artículo publicado en: El Periódico, 3 de noviembre de 2007.