
Félix de Azúa
Era noche cerrada cuando tomé la carreterilla que lleva de Serra de D’Aro a Fontanilles. La habían asfaltado hacía pocas semanas, después de varios años con tremendos baches y agujeros que la habían convertido en una prueba de slalom para los conductores y una trampa mortal para motoristas. Me quedé perplejo cuando oí el topetazo de las ruedas. Por la mañana comprobé que habían dejado unos doscientos metros tal y como estaban antes, sin asfaltar. Entras en la carretera desde la rotonda con la suavidad del asfalto nuevo, vienen luego los baches satánicos, y si vives vuelve la lisura. ¿Por qué insólita razón ha quedado allí ese tramo mortífero? La inventiva de la Generalitat es inescrutable. Luego vi tres coches aparcados y sus conductores inspeccionando los neumáticos. Habían caído en los socavones dispuestos a traición por los estrategas del tripartito.
Al día siguiente me puse en camino hacia Barcelona y a la altura de La Selva reventó una rueda. Hice las consabidas eses, pasé rozando un camionazo y salvé la vida de milagro. Por fortuna, el RACC, la única institución eficaz que queda en Cataluña, me auxilió al cabo de una hora. En efecto, se había rasgado la cámara en uno de los pérfidos socavones.
Las estadísticas de muertos en carretera son siempre arrojadas contra los conductores. No dudo de que haya mucho bárbaro al volante, pero todavía no he oído a ningún irresponsable de Tráfico comentar la chapuza de las carreteras y autopistas, la barbarie gubernamental. Sin embargo, una parte sustancial de los muertos son víctimas de la inepcia de la administración.
Cuando hubo pasado el peligro y me vi a salvo en el arcén recordé la reacción habitual por estos pagos: "¡Qué bestias! ¡Por poco me mato! ¡¡Independencia!!". Sublime ideal. Los irresponsables regionales imitan a sus clones estatales. La incompetencia no se distribuye por autonomías sino según la densidad del funcionariado. Aquí es indudable que hemos alcanzado el grado de ineptitud idóneo: doscientos mil funcionarios. Ya somos una nación. Ya podemos morir por la patria.
Artículo publicado en El Periódico, el 5 de enero de 2008.