Félix de Azúa
Acabo de ver en los telediarios las imágenes del lendakari Ibarretxe entrando en los juzgados arropado por el PNV en pleno y unos cientos de fieles risueños y aplausivos. Gente de edad avanzada, bien trajeados, en fin, burguesía vascongada. El mensaje era: "No hay más justicia que la que dicte el Jefe". Anima mucho. Porque la cuestión no es si debe o no debe ese señor reunirse con quién le dé la gana, sino que está de presidente gracias a un sistema legal que dice no admitir. A mi me alegra tanto como que Imma Mayol esté "contra el sistema", porque eso nos va arrimando al momento más brillante de la historia de España: el del anarquismo. Y yo, como todos los gandules, soy anarquista.
Es conocida aquella escena en la que un filósofo, preguntado sobre si creía en Dios, respondió que no, pero que ya no recordaba por qué. Los creyentes tienen graves problemas para creer que alguien no cree. Y los que no creemos ni en dioses ni en patrias, al final nos olvidamos de las razones por las que consideramos religión y nacionalismo unos sentimientos que jamás deben impregnar la vida pública y aún menos las leyes. Este olvido es, en parte, aburrimiento, porque tratar de razonar con los creyentes es un ejercicio extenuante. Puedes repetir mil veces el razonamiento. Da lo mismo: ante la ausencia de argumentos, el creyente se bunkeriza. Es como aquel falangista con quien dialogaba un progre de la universidad y que acabó aullando con rostro amenazador: "Mira, más vale que te calles porque me estás convenciendo y te voy a dar una hostia".
Como no es fácil recordar los argumentos irrebatibles por los que el nacionalismo es una ideología reaccionaria y nadie de izquierdas puede ser nacionalista, Félix Ovejero, que es rojo, acaba de publicar Contra Cromagnon (Montesinos), una guía que contiene los razonamientos imprescindibles, bien ordenados y a la mano. Hay que llevarlo en el bolsillo y cuando nos topemos con un creyente altivo y pendenciero decirle: "Espera un momento". Y desenfundar el Ovejero. A su sola vista, el creyente huirá espantado.
Artículo publicado en: El Periódico, 3 de febrero de 2007