
Félix de Azúa
Cuando murió Ernst Jünger no sólo desapareció un escritor sino un modo de concebir la escritura. Aunque murió en 1998, con él se quebraba el último brote del siglo XIX. La muerte de Julien Gracq, hace pocos días, entierra la última pluma del siglo XX.
Puede parecer exagerado, pero no lo es. Téngase en cuenta que hacia 1970 la "literatura" aún era un club de poetas. Si alguien se refería al arte de escribir, todos entendían que hablaba de Rilke, de Eliot o de Machado. La novela sólo era "literaria" cuando se aproximaba a las intenciones de la poesía, como en el caso de Joyce, de Faulkner, de Benet o de Manganelli. La poesía ha desaparecido hace decenios; ahora le toca desaparecer a aquella novela que aún medía sus armas con la poesía.
Esta desaparición no es una muerte en el sentido escandaloso que a veces se le da, sino una exclusión del ámbito social, de las tertulias, de los usos cultos, de la vida en común. Jordi Llovet lo decía sobriamente en El País del pasado día 27: "La literatura tendrá un papel cada vez más pequeño en el terreno de la verdadera socialización". Era su homenaje al último literato vivo del siglo XX.
Lo más curioso de Julien Gracq, sin embargo, es que tampoco el respeto enorme que suscitaba entre los entendidos tuvo una consagración académica: sus libros no se ajustaban a lo que se espera de un escritor supremo. Las novelas eran oscuras y de poco fruto fuera de la tesis doctoral. El teatro, irrepresentable. Lo excelente eran unos cientos de fragmentos inconexos que en cinco líneas o dos páginas enunciaban juicios, recuerdos, reflexiones, exabruptos, historias, reunidos en libros con nombres tan opacos como "Letrinas", "Leyendo y escribiendo" o "A lo largo del camino" (Acantilado).
Lo que en un clásico habría sido obra menor era en Gracq obra mayor. Lo que antaño ni se habría publicado, era lo más relevante del arte de Gracq. Como si habiendo intuido el próximo fin de su cultura hubiera dejado tan sólo un manojo de epitafios irónicos, ruinas dispersas sobre las que reposa una figura acodada al cayado.
Artículo publicado en: El Periódico, 29 de diciembre de 2007.