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Duelo al anochecer, triunfo al alba

Por 7 de mayo de 2007 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Todo ha sido planificado con precisión versallesca. El estudio, a 23 grados. Los candidatos no se darán la mano en público. Las cámaras no pueden enfocar a uno cuando el otro tiene la palabra. El tiempo de intervención lo mide un cronómetro que gotea los segundos en la pantalla de la televisión. Dos testigos vigilan.

Son los dos duelistas más hábiles al sur de Cornualles. Dos profesionales con cientos de muescas en la culata de sus pistolas. Ségo ha vencido a los paquidermos del Partido Socialista y se ha impuesto en un medio turbulento y agresivo, un nido de víboras. Sarko lleva decenas de años nadando en los pantanos ministeriales y derrotando a caimanes mayores y más acorazados. Ella, mujer de huesos grandes y rasgos clásicos, la imagen de la República comunitaria, tiene mejor presencia física que él, un falso enclenque, un mandril con los colmillos como navajas.

La candidata usa una voz mo- nótona, tediosa, como si leyera la lección a los alumnos más torpes. El candidato modula, sube y baja el tono, a veces canta, es un seductor. Por fin, ella reacciona con violencia ante esa intimidad acariciante, jesuítica. Entonces él aprovecha el descuido para reprocharle dulcemente su cólera: "Un presidente de la República ha de mantener la calma, madame Royal; usted ha perdido los nervios". Ella encaja el golpe, trata de serenarse a toda prisa, lo consigue a medias. Es el momento decisivo. Al día siguiente todos los medios de comunicación hablan de la agresividad mostrada por Ségolène. Sus amigos, los de Libération, lo mencionan a su favor: "¡Ségolène tiene agallas!", aplauden. Sus enemigos la presentan como una mujer autoritaria, dogmática, de la izquierda obtusa.

Ese fue, creo yo, el disparo mortal del duelo. Los datos, las estadísticas, las disputas de cancillería apenas dejarán rastro. La imagen de Ségolène rabiosa, los ojos encendidos, acusando de inmoralidad al candidato, ¿pesará sobre los indecisos? Los indecisos son casi todos centristas de Bayrou, gente de buenos modales, educada, que odia el ruido.

Mañana lo sabremos.

(Hoy ya lo sabemos. El tiro fue mortal)

Artículo publicado en: El Periódico, 5 de mayo de 2007

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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