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Dios ha vuelto para quedarse

Por 16 de febrero de 2009 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

A medida que la ruina avance como avanzaba antaño la peste (¿o acaso creíamos que eso sólo sucedía en épocas llamadas "oscuras"?), irá espesando la nube de opio populista. Y menos mal, porque, o se le droga un poco, o de repente el llamado pueblo deja de ser esa tediosa ficción de los nacionalistas y se convierte en una fiera a la que arroba ver el mundo en llamas.

    No hay como Dios para mantener distraído al personal que, o bien ya no le tira, o bien ya le rebasa el sexo. Dejemos por lo tanto a la juventud jadeando en el baño turco, con sus turgencias y sus tórridos vapores, y a partir de los treinta que se entretengan con Dios. No parece ser otra la razón por la que Berlusconi, que conoce y comparte las bajezas del populus, ha montado el Circo de la Muerte. El espectáculo necrófilo en cuyo ruedo el Vaticano ha exhibido los colmillos, la crueldad, el sadismo, el desprecio de la vida que esconde bajo espesos faldones, nos tiene a todos entretenidos. ¡A mí también, como ven! Porque lo decisivo es que desconectar el ovillo de carne en que se había convertido la joven de las fotos no debería llamarse "eutanasia" sino "caridad cristiana". Es la ínsita malignidad de los prelados la que ha ocultado lo elemental: que Jesucristo la habría desconectado.

    Y he aquí que los autobuses también se adornan con Dios. En uno de sus certeros artículos se reía Ana Nuño de los actuales ateos comparados con, por ejemplo, el Bertrand Russell de Por qué no soy cristiano (¿hay edición en el mercado?). Para el otro autobús, el de los creyentes, cabría citar al soberbio Unamuno, por ejemplo, el que se ríe de los ateos en Contra esto y aquello, por fin reeditado en la ineludible Biblioteca Castro. Ateos y creyentes tan insustanciales como ese Berlusconi hinchado de nada y hedor. Ateos y creyentes cuya argumentación cabe en un anuncio de autobús.

    Desconfíen. Siendo Dios un mero (o puro) sentimiento íntimo (como la patria, por cierto), su uso externo y sobre todo su usufructo institucional esconde siempre un jugoso negocio para obispos y raposos de banderita.

Publicado el sábado 14 de febrero de 2009.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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