
Félix de Azúa
Aunque los años y la experiencia deberían hacernos más comprensible el mundo y más pasaderos a los humanos, la verdad suele ser la contraria. Cuanto más años vivimos más extraña se nos hace la vida de esos animales dotados de lenguaje. En particular, los animales dotados de lenguaje que ocupan cargos públicos.
El presidente de Georgia se levanta un día muy amostazado con su provincia de Osetia del Sur, paraje que se empeña en amargarle los desayunos berreando canciones de encendido amor hacia Rusia. El presidente odia a Rusia, de modo que, harto de tanta chirigota, no se le ocurre mejor cosa que bombardear a los camorristas. De inmediato la Rusia de los sicarios, los gángsteres y las mafias más desalmadas del planeta, le devuelve la castaña y lo deja para el arrastre. Era bonito de ver por TV cómo las homéricas tropas del formidable presidente de Georgia huían espantadas al grito de: "¡Qué vienen los rusos!" Pero, ¿a quién creía ese señor que estaba desafiando con su espada de palo? ¿Tan estúpido es el presidente de Georgia? ¿Ni siquiera ha visto películas del Oeste? Si uno encañona a ciento diez pistoleros cuando está solo en el Salón tiene muchas posibilidades de no leer el periódico que informará sobre el tiroteo.
Que un país como Georgia goce de un presidente notablemente lelo puede parecer algo que sucede en zonas del planeta alejadas de la civilización y de los precios de Telefónica, pero no es así. Pareja estupidez desató la guerra de Irak, aunque fuera a la inversa. En aquella notable ocasión vimos cómo ciento diez pistoleros armados con misiles se cargaron a un cuatrero que sólo contaba con un rebaño de camellos. Aquellos cerebros ignoraban que los camellos eran suicidas cargados de dinamita hasta la joroba.
Los presidentes son cada vez más beocios e ignoran asuntos elementales que los bachilleres de hace cincuenta años se sabían de memoria. Bien es verdad que aquellos niños habían leído libros, ni que fuera por obligación. Los presidentes actuales, o no han leído ninguno, o el que han leído es de Suso de Toro.
Artículo publicado en: El Periódico, 16 de agosto de 2008.