Félix de Azúa
Las palabras del delegado de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona, Jordi Martí, sobre Woody Allen me saltaron al cuello desde las páginas del diario de la burguesía catalana: "Reiteró que el Ayuntamiento ha aportado una subvención de un millón de euros a la productora Mediapro-". Esto ya lo sabíamos porque los directores de cine barceloneses se sentían estafados: jamás se había pagado semejante cantidad, ni siquiera cuando aquel caballero filmaba tremendos petardos históricos sobre los sufrimientos de Catalunya que sólo veían Pujol y sus hijos el día del estreno.
Sin embargo, lo mejor de las declaraciones de Jordi Martí venía luego: "-en términos de inversión". O sea, que no es una subvención sino una inversión "que (se) recuperará en parte o totalmente en función de los beneficios que obtenga la película". Cielo santo. Mi alcalde concede préstamos con mis impuestos. Espero que el porcentaje sea usurario para compensar tanto ridículo.
¿Y por qué invertimos en una película de Woody? ¿Por qué no en una pintura de Frederic Amat o en un libro de Miquel de Palol? Ya que estamos buscando beneficios con eso que pomposamente llaman cultura, ¿no sería más adecuado invertir en talento local? ¿Hemos de ayudar a los norteamericanos a hacerse una cultura? ¿Tan triste es el panorama de inversores yanquis que no pueden ni siquiera financiar a Woody? ¿O será que ya nadie da un duro por él? Pues si perdemos la inversión, ¿quién nos compensa? Casi todos los funcionarios consultados aducen que los beneficios serán de tipo publicitario. La ciudad aparecerá en todas las pantallas donde se proyecte el film. Eso es cierto. Y como buena publicidad, la Barcelona que verán será una gigantesca mentira. Ayer rodaban en las Ramblas, lugar del que huyen los barceloneses y que está tomado por masas de ociosos en calzoncillos, rondados por trileros, carteristas, lateros y gitanas con niño dopado. En la película, sin embargo, Scarlett pasea en soledad por un lugar sosegado, limpio, silencioso, tan estúpidamente onírico como todas las mentiras municipales.
Artículo publicado en: El Periódico, 14 de julio de 2007