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Acerca de un pasado con futuro

Por 14 de diciembre de 2009 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

La amenaza de muerte iguala a las personas. Es menos frecuente que el suicidio las iguale; tal es el caso del miserable De Juana Chaos y la digna Amninatu Haidar. Ambos parecen mártires de una patria, la vasca y la saharaui, pero son opuestos. A los vascos nunca se les colonizó sino que ellos colonizaron. Los saharauis, en cambio, son un producto de aquellas fronteras que se trazaron con tiralíneas en los despachos europeos. El mapa de las colonias, aunque está en la raíz de muchas matanzas actuales, es ya un fantasma; el de las nacionalidades europeas aún respira.

     Tengo delante de mí el mapa que las Waffen SS propusieron a Hitler para cuando el Reich dominara la totalidad del continente. Debería enseñarse en las escuelas. Las autonomías españolas figuran al completo con leve diferencia, como una Andalucía dividida en "Guadalquivir" y "Bética". Tampoco difiere mucho el mapa francés, si bien los bretones pasan a ser "Armoricanos". Italia e Inglaterra no deparan sorpresas, aunque Irlanda figura como unidad. Por supuesto Suiza ha desaparecido y la frontera europea se detiene a las puertas de Rusia. Es en la Europa Central donde surgen decenas de nacionalidades: "Panonia", "Oltenia", "Vanania", "Poznania"…

     Si en el mapa de la colonización europea lo que salta a la vista con notable cinismo son los intereses económicos empresariales (la bomba atómica iraní está en el ángulo recto de su frontera con Irak), en el mapa nazi se da un híbrido delirante (¡y tan actual!) de antropología mítica, geografía arcaica, racismo "científico" e historia sagrada. Hay "nacionalidades" que aparecen como etnias, las hay que responden al mero folklore o al paganismo animista, otras son culturas legendarias o lugares fabulosos de las crónicas medievales.

     Lo notable es que el mapa nazi pretende lo mismo que el del imperialismo: crear infinitos intereses minúsculos destinados a generar tal sinnúmero de conflictos que "los pueblos" acaben suplicando mano de hierro al Führer. Y si bien el mapa imperial es una ruina, el de los nazis parece seguir con vida.

 

Artículo publicado el sábado 12 de diciembre de 2009.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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