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Blogs de autor

Un mundo feliz

Por 10 de enero de 2007 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Si tu vida es una porquería, compra otra. Sólo cuesta diez dólares, y a veces ni eso. Los nuevos juegos de realidad virtual te lo permiten. Puedes descargarte Hotel Habbo o Project Entropía, o puedes ir directamente a la estrellita de los mundos paralelos: Second Life.

Con más de dos millones de inscritos –y previsiones para nueve millones más a lo largo de este año- Second Life está construyendo un planeta aparte, una especie de colonia espacial sin espacio. Al entrar, escoges un nombre y una apariencia que llaman “avatar”: yo me llamo Norman Zhaoying -Norman Bates ya estaba cogido- y soy una especie de engendro intergaláctico sin rostro de la especie de los “cybergoths”. Pero también es posible verte más normal. De hecho, uno de los avatares que ofrece el juego se llama “el chico de al lado”. Y si te va el look hippie, el de animal de discoteca o el de perro con cuerpo humano, también hay una figurita para ti.

Los personajes de estos juegos se dedican básicamente a inventar cosas, comprarlas y venderlas. Uno de mis vecinos ofrece una silla con forma de avión. Es completamente inútil como silla, pero es bonita. Otra de mis vecinas se vende a sí misma. Puedes tener sexo con ella, y es más barata que la silla.

Lo curioso es que se juega con dinero de verdad. Al entrar en el juego te piden tu línea de crédito: un dólar se cotiza a 270 lindens. Y un terreno de 100 metros cuadrados cuesta unos 500 lindens. Al menos la propiedad es mucho más barata que en España. Sólo por eso, ya es una ilusión feliz. Además los lindens pueden volver a cambiarse por dinero de verdad. Una alemana –que en el juego es una china de apariencia misteriosa- es la primera millonaria gracias a los beneficios extraídos del juego. Ha abierto en el mundo real una empresa con 25 empleados para administrar sus posesiones en Second Life. También hay empresas haciendo negocios y construyendo edificios corporativos ahí. Los inspectores de Hacienda tiemblan: ¿Cómo se cobran los impuestos en un mundo que no existe? El gobierno norteamericano ya ha creado una comisión investigadora.

Los juegos de realidad virtual desafían los límites entre lo real y lo imaginario. Parecen funcionar como la literatura, como el cine y como la Playstation, pero el elemento añadido es que juegas entre otros personajes que también plasman ahí su mundo imaginario. No hay autor, no hay Dios, no hay control maestro. Hay sólo otro mundo del que también formas parte. No hay reglas sino interacciones. Tu casa puede tener una torre de palacio barroco y un jardín japonés, si los gráficos lo permiten. Como una colonia virgen, los que van llegando crean un nuevo mundo. Llegará un día en que la tecnología permita apagar el mundo real y quedarnos ahí, en ese universo a nuestra medida. O mejor aún, un día en que la vida virtual invada a la real y la someta a sus normas.

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