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La guerra de las esquelas

Por 10 de enero de 2007 Sin comentarios

Basilio Baltasar

En su número de enero Revista de Libros publica una entusiasta recensión del libro Francisco Ferrer y Guardia. Pedagogo, anarquista y mártir, de Juan Avilés, publicado por Marcial Pons.

El artículo de Rafael Núñez necesita más espacio del que suele ocupar una esquela pero a su modo participa en la reciente tendencia española de sacar a desfilar a los muertos. Si bien en ciertos casos la procesión de momias ha sido un acto de piedad retroactiva, en este artículo la exhumación desentierra un cadáver olvidado para darle su merecido.

Rafael Núñez, doctor en historia y profesor de filosofía, hace suyos los criterios de Juan Avilés y a grandes rasgos reproduce la figura de Ferrer que el autor ha desmenuzado “tras una minuciosa revisión de los documentos ya conocidos”:
“No sería exacto –dice Núñez- considerar que la dimensión pedagógica de Ferrer y Guardia fuera solo una mera tapadera para sus otras (sic) actividades subversivas”.
Y acto seguido espolvorea su crítica con asertos que desbaratan la idea romántica que nos habíamos hecho del racionalista catalán:

“Fue una figura intrigante, siempre en la sombra, que urdía, alentaba o financiaba las más variadas maquinaciones. Es más que probable que estuviera directamente implicado en los atentados contra Alfonso XIII".

Núñez admite que quizás las sospechas que comparte con su patrocinado no podrían ser aceptadas como evidencias por un tribunal, pero "hay que reconocer que en este aspecto de tirar la piedra y esconder la mano, Ferrer fue un consumado maestro. Actuó siempre bajo cuerda y con actitudes poco claras”.

Deslizándose sobre los acontecimientos de la Semana Trágica que provocaron el fusilamiento de Ferrer en los fosos del castillo de Monjuitch, Núñez se ve obligado a reconocer que Ferrer “no tuvo un protagonismo en los hechos, pero da la impresión –añade- de que no fue por falta de ganas”.

Cuatro pinceladas más le bastan a Núñez para concluir que “nada hay en la vida de Ferrer que nos permita sustentar el mito”.

Y así acaba el justiciero epitafio que estos dos profesores dedican en Revista de Libros al fundador de la Escuela Moderna.
Es probable que algo parecido se temiera Francesc Ferrer cuando dictó al notario Permanyer de Barcelona (abuelo de Borja de Riquer) sus últimas voluntades:

“Protesto ante todo, con toda la energía posible, por el castigo que se me ha impuesto, declarando que estoy convencidísimo de que antes de muy poco tiempo será públicamente reconocida mi inocencia.

Deseo que en ninguna ocasión ni próxima ni lejana, ni por uno ni otro motivo, se hagan manifestaciones de carácter religioso o político ante los restos míos, porque considero que el tiempo que se emplea ocupándose de los muertos sería mejor destinarlo a mejorar la condición en que viven los vivos, teniendo gran necesidad de ello casi todos los hombres.

En cuanto a mis restos, deploro que no exista horno crematorio en esta ciudad, como los hay en Milán, París y tantas otras, pues habría pedido que en él fueran incinerados, haciendo votos para que en tiempo no lejano desaparezcan los cementerios todos en bien de la higiene, siendo reemplazados por hornos crematorios o por otro sistema que permita mejor aún la rápida destrucción de los cadáveres.

Deseo también que mis amigos hablen poco o nada de mi, porque se crean ídolos cuando se ensalza a los hombres, lo que es un gran mal para el porvenir humano. Solamente los hechos, sean de quien sean, se han de estudiar, ensalzar o vituperar, alabándolos para que se imiten cuando parecen redundar al bien común, o criticándolos para que no se repitan si se consideran nocivos al bienestar general.”

Bueno, el artículo de Núñez y el libro de Avilés realizan una decisiva contribución contra el testamento de Ferrer y Guardia. Con renovados bríos los dos profesores se enfrentan valerosamente al que ya entonces deseaba la rápida destrucción de los cadáveres.

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Basilio Baltasar

Basilio Baltasar (Palma de Mallorca, 1955) es escritor y editor. Autor de Todos los días del mundo (Bitzoc, 1994), Críticas ejemplares (BB ed; Bitzoc), Pastoral iraquí (Alfaguara), El intelectual rampante (KRK), El Apocalipsis según San Goliat (KRK) y Crítica de la razón maquinal (KRK). Ha sido director editorial de Bitzoc y de Seix Barral. Fue director del periódico El día del Mundo, de la Fundación Bartolomé March y de la Fundación Santillana. Dirigió el programa de exposiciones de arte y antropología Culturas del mundo (1989-1996). Colabora con La Vanguardia y con Jot Down. Preside el jurado del Prix Formentor y es director de la Fundación Formentor.

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