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Un cornudo en el ciberespacio

Por 22 de junio de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

La última edición en español del New York Times trae una historia espeluznante: todo empezó con un marido cornudo.

Como tenía dudas, el hombre se dedicó a husmear en el buzón electrónico de su esposa, sólo para descubrir que, en efecto, ella le era infiel. Y con un joven estudiante universitario. Esa primera vez, el esposo fue comprensivo. Habló con ella y le hizo prometer que ese bochornoso episodio no se repetiría. Poco después, para sentirse más seguro, volvió a violar la correspondencia de su mujer, con el desagradable resultado de confirmar que el affaire continuaba. En esas circunstancias, decidió emprender la venganza más cruel: hizo pública la conducta de su esposa con el nombre propio de su amante en uno de los foros más visitados por los chinos.

El mensaje contenía cinco mil palabras de pasión adolorida y desilusión, e iba firmado con un nickname tristemente sexual: Espada Congelada. En respuesta, un alma caritativa identificada como Azalea de Primavera pidió en el foro a “cualquier empresa, establecimiento, oficina, colegio, hospital, tienda y calle que rechace a este hombre –al estudiante, es decir- hasta que muestre un arrepentimiento satisfactorio y convincente”. Finalmente, alguien encontró la dirección y el teléfono del chico, y los colgó en la página. Entonces se desató el infierno.

Decenas, y luego cientos, y luego miles de personas empezaron a acosar al infiel. Hacían llamadas anónimas a su casa, o se presentaban en ella para insultarlo. Muchos exigieron a la universidad que lo expulsase, y cuando ésta se negó, sitiaron su casa y lo mantuvieron encerrado en ella por semanas. En Internet, la gente demandaba que fuese “decapitado por el sufrimiento del marido”, o metido con la mujer “en una jaula para cerdos” y arrojado al mar.

Desesperado, el estudiante colgó un video en el foro jurando que él no tenía nada que ver con la mujer de Espada Congelada. La presión llegó a tal punto que el propio cornudo se retractó de sus afirmaciones, pero era tarde. La turba había encontrado a su víctima. El chico aún no puede salir de su casa.

El relato roza lo trágico, lo absurdo y lo siniestro y, por tratarse de China, evoca reminiscencias de la Revolución Cultural, en la que todos los comunistas se acusaban mutuamente de no ser buenos comunistas, lo que derivó en un festín de castigos crueles y asesinatos masivos. Sin embargo, lo ocurrido con Espada Congelada es una manifestación extrema de algo que se manifiesta en cualquier cultura: el placer humano por juzgar a los demás.

Piensen en los reality shows, en que el público participa repudiando a esos esposos infieles, a esos malos hijos, a esas madres desnaturalizadas. Una señora de la audiencia se levanta y dice: “tú no te mereces el hijo que tienes ¿me oyes? ¡Tú no te mereces ni siquiera vivir!”. Y todo el mundo aplaude. Piensen, si no, en la vecina que vive pendiente de lo que ocurre en la puerta de al lado. Recuerden el éxito internacional del culebrón, un género narrativo basado en la necesidad del espectador de comentar y opinar durante meses sobre la vida privada de algún personaje. Y las revistas del corazón. Y los programas de la farándula.

Según parece, necesitamos compararnos con otras personas, personas que nos garanticen que saldremos bien parados. Necesitamos saber que nuestra soledad, nuestro aburrimiento y nuestra insatisfacción sexual no sólo es voluntaria, sino incluso ejemplar, que es algo que hacemos porque somos virtuosos. Y necesitamos ostentar mundialmente nuestra virtud, ventilarla en la tele de ser posible, para que la gente no vaya a pensar que somos felices, que satisfacemos nuestras necesidades emocionales o, simplemente, que nos divertimos. La sociedad podría no resistir un impacto de ese calibre.

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