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'Tour' absurdo por Lima

Por 28 de julio de 2006 Sin comentarios

El fascinante centro de Lima es un lugar donde todo puede ocurrir. Y todo, de hecho, ha ocurrido ya. Sus casonas derruidas y luego reconstruidas son una gráfica de los cambios que ha vivido el Perú a lo largo de su historia. Y ahora, para conocer sus rincones más oscuros y prohibidos, el periodista Rafo León ha publicado Lima bizarra, una antiguía del barrio nuclear de la capital.

Algunas de las entradas de esta guía son en sí mismas obras literarias, como la dedicada al Palais Concert. En las primeras décadas del siglo XX, el afrancesado Palais Concert cobijaba entre mamparas y espejos modernistas a una floreciente aristocracia cultural. El aroma del café, el gin y la vainilla flotaba en las conversaciones de intelectuales como César Vallejo, José Carlos Mariátegui y Abraham Valdelomar, el Wilde peruano. Hoy, ahí funciona la discoteca Cerebro: sótano, luces rojas, olor o meados y humedad. Desde las cinco de la tarde, los estudiantes de inglés y computación se reúnen a emborracharse y ligar sobre las cenizas del glamour cultural.      

Siguiendo por el jirón de la Unión puede uno cortarse el pelo en la peluquería de Vladimiro Montesinos. El peluquero, Donativo Palacios, está siempre dispuesto a contar cómo conseguía disimular la prominente calvicie de Montesinos: le dejaba crecer los pelos de un lado de la cabeza y los atravesaba hacia el otro, como quien extiende una sábana negra y casposa para ocultar las vergüenzas. Encantador.

Como todo gran centro, el de Lima ostenta también una suculenta oferta de sexo: por supuesto, hay calles de prostitutas –y de prostitutos, e incluso de algunos entes indeterminados- y muchos pornoshops, como Tiendamor, de la galería Vía Véneto, que ofrece desarrollo del pene por 10 dólares, cápsulas, cremas, juegos de alcoba excitantes, bombas para hacer crecer el miembro y otros juguetes.

Ahora bien, en un país en que la mitad de la economía es informal, también lo es la mitad del mercado sexual: por las esquinas del jirón Lampa encuentras volantes que ofrecen brebajes selváticos y ungüentos mágicos de “eficacia garantizada”. Al leer la función de la mayoría de los productos, uno descubre que la gran obsesión de los peruanos –quizá de todos los hombres- no es atraer a las mujeres, ni aumentar su rendimiento sexual, sino simplemente alargarse el pene. Los hombres somos seres bastante básicos, está claro.

Sin embargo, no todo es pecado en el corazón del monstruo. El centro de Lima también alberga una amplia gama de manifestaciones religiosas populares, la mayoría de ellas, igualmente informales. Como el culto a Sarita Colonia, patrona de los pobres, las putas y los delincuentes, cuya imagen cuelga de todos los espejos retrovisores. El mayor milagro de Sarita es el milagro que espera toda mujer de barrio peligroso: cuando trataron de violarla, no había por dónde. Su entrepierna sólo lucía un codito.

Y por supuesto, una santa como Sarita convive con la santa oficial: Rosa de Lima, cuyo templo se eleva en la cuadra 1 de Tacna. Ahí podrán ustedes apreciar el muro del que colgaba sus cabellos para no poder dormir, porque le dedicaba su vigilia al señor. También está el pozo en que arrojó la llave de su cinturón de castidad metálico con púas por dentro, el último grito de la moda sadomaso en el siglo XVI. En el pozo uno puede pedir deseos, pero me parece que no se cumplen si involucran sexo. 

Todo eso y mucho más en la guía de Lima bizarra, un libro para turistas que quieran dar un paso más allá de la postal típica e internarse en la vida real de un país, una vida a veces enloquecida, a menudo surrealista, pero jamás carente del atractivo de lo imprevisto.   

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