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Qué difícil es ser linda

Por 27 de octubre de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

La calle está cerrada, pero las cámaras de televisión y el público se aglomeran en torno a las rejas con ansiedad y emoción. La ciudad boliviana de Santa Cruz acoge esta semana un encuentro internacional de escritores y una exposición de escultores que trabajan al aire libre, pero la mayor atención del país y el extranjero está concentrada aquí, en el concurso de belleza que premiará a la reina sudamericana. Esta noche, las quince candidatas desfilan en el estrado para elegir a la silueta más atractiva.

Es curiosa la pasión que despiertan. Entre el público hay gente de varios países vecinos que aplaude a sus respectivas compatriotas mientras acometen la compleja misión de caminar. Cada nalga, cada muslo, cada pecho representa a toda una nación y despierta inusitados fervores. No importa que la aspirante de un país andino sea una rubia de 1.80 cm con apellido alemán más parecida a una finlandesa que a la mayor parte de sus compatriotas. La tierra que vio crecer esas extremidades es la beneficiaria de sus triunfos. 

En los últimos días, estas chicas han revolucionado Bolivia. Las encuentro todos los días en el periódico visitando Sucre, Cochabamba, Santa Cruz. Siempre perfectas, garbosas y altísimas, se toman fotos con los niños, decoran monumentos turísticos y cabalgan sobre alpacas sin que se les despeine la sonrisa ni por un momento. En su hotel, los huéspedes las ven pasar siempre con las bandas que llevan el nombre de sus países. Bajan a desayunar con sus bandas, almuerzan cuidando de no mancharlas, van al baño con ellas.

Esta noche, para lucir sus figuras con soltura, llevan trajes de baño rojos. A mi lado, en la primera fila de espectadores, se sienta otra chica que lleva una banda con el nombre de Bolivia.

-Perdona –le pregunto- ¿tú no tendrías que estar allá arriba en el estrado?
-No –me dice-, estas son las candidatas que van al Miss Mundo. Yo voy al Miss Universo.
-O sea, o ganas un título o el otro. Como las federaciones de box, digamos.
-No, son certámenes diferentes. Miss Mundo es para chicas que se preocupan por el mundo y esas cosas. Hacen labores de caridad y les preguntan cosas sobre la pobreza, por ejemplo. Miss Universo es más profesional.

En todo caso, hoy no hay preguntas sobre el mundo y esas cosas. Se elige a la mejor silueta, no es preciso pensar. Las bocas de las chicas se limitan a sonreír perennemente, como si tuvieran prótesis de sonrisa. Llegado un punto, uno se pregunta por qué sonríen tanto.

Para beneplácito del público local, gana Miss Bolivia. Tras el desfile, las modelos se toman fotos con sus platos nacionales y sus cónsules. A mi lado se sienta Miss Perú, Silvia Cornejo: 19 años, 1.80 de estatura. Con los tacones, es más alta que yo.

-¿Qué tal, cansada?
-Sí. Estuve en un certamen en Polonia, luego en tres departamentos del Perú, tuve dos horas para hacer mi maleta y aquí ya llevamos tres ciudades.
-Por lo menos, conoces bastante.
-No creas. Tenemos que levantarnos a las seis de la mañana, hay sesiones de fotos todo el día y no nos dejan salir por nuestra cuenta.

Quiero creer que, al menos, les queda la noche libre para juguetear. Pero descubro durante la conversación que duermen en habitaciones compartidas. No tienen un espacio demasiado íntimo. Tampoco pueden tomarse fotos con un vaso de alcohol en la mano, o un cigarro. Y en cualquier situación, sin importar lo cansadas que estén, deben sonreír a la cámara. Sospecho que, debajo del espeso maquillaje, debe ocultarse un notable par de ojeras. A las diez de la noche en punto, un empleado del certamen pasa por las mesas haciéndoles señas a las chicas, y todas se levantan al unísono.

-Mañana me levanto a las cinco de la mañana –me dice Silvia-. Se elige el mejor cabello. Y a las siete tengo que estar en la peluquería.

Todas las candidatas con sus vestiditos rojos desaparecen casi en fila india, resplandeciendo al caminar. Yo nunca había imaginado que ser linda las 24 horas del día, un día tras otro, fuese un trabajado tan agotador.

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