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Mujeres de armas tomar

Por 14 de marzo de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

La chica está desnuda, sentada en un rincón de la celda. De la pared cuelgan cabezas de otras chicas, cuyos cuerpos han sido devorados por su psicópata captor. A ella misma le han arrancado una mano y se la han comido frente a sus ojos. El otro prisionero, Marv, le ofrece su abrigo y la abraza para consolarla. Ella llora en su hombro y le pide un cigarrillo. Él dice para sus adentros:

-Mujeres. A veces sólo necesitan desahogarse, y luego están como si nada.

¿Les parece la escena más machista que una mente enferma pueda concebir? Pues se equivocan. Fue concebida por tres mentes enfermas: Frank Miller, Robert Rodríguez y Quentin Tarantino, directores de Sin City (Ya sé que no es ningún estreno, pero mi condición de minusválido temporal me ha obligado este fin de semana a conformarme con el DVD).

Y tengo otra escena. Ésta ya es el colmo: un escuadrón de prostitutas armadas, entre las cuales figuran especialistas en armas de fuego y hasta una nipona habilidosa con una espada samurai, rodean a un chico. Una de ellas lo amenaza apuntándole a la cabeza con una automática de cañón recortado. De repente, el chico pierde la paciencia, empuja el arma y le da una bofetada a la prostituta. Todas sus compañeras desenfundan sus armas, listas para matarlo. Pero ella le dice:

-Había olvidado lo rápido que eras.

Lo coge de la cintura y lo besa apasionadamente.

Sin City es una fantasía animada cargada de testosterona. Todas –y quiero decir TODAS- las mujeres de la película están impresionantes, y hasta las policías van vestidas como en una peli porno, cuando van vestidas. Como si fuera poco, todas van armadas hasta los dientes. Casi todos los personajes masculinos le arrean un porrazo a alguna de ellas, aunque todos juran que nunca golpean a las mujeres. Pero es que en el fondo, aunque algunas saquen un cuchillo y se lo claven en el pulmón a sus agresores, está claro que les encanta el golpe.

La factoría Tarantino y sus amigos es una máquina de mujeres de este tipo: piensen en la Salma Hayek de From dusk til dawn: una bailarina exótica que se convierte en monstruoso vampiro. O la Uma Thurman de Kill Bill, que descuartiza a 89 orientales con un sable. O la escena de la tele en Jackie Brown, con las mujeres anunciando armas de fuego. Estoy convencido de que, en la vida real, una mujer de ésas le produciría un ataque de impotencia incontrolable al mismo Rocco Siffredi. Pero pueblan las fantasías de miles de adolescentes con acné, mayoritariamente vírgenes, supongo.

Las mujeres violentas y carentes de grandes discursos existenciales son precisamente el motor de la acción de esas películas, y especialmente en Sin City. Uno de los personajes masculinos está enamorado de una chica a la que salvó de una violación cuando tenía 11 años. Otro quiere evitar que un policía alcoholizado y violento se ensañe con una prostituta. Un tercero se arriesga a todo para vengar la muerte de la única mujer que se acostó con él a pesar de su horrorosa fealdad. Los hombres de Sin City, ejemplos de lealtad, ternura y amor, vuelan edificios, asesinan enemigos con sus propias manos y disparan a los testículos de sus víctimas, pero siempre movidos por su afecto hacia mujeres que llevan cinturones con granadas y pistolas UZI, y con la convicción de protegerlas de la jungla de cemento. Paradojas de la masculinidad. Para que luego digan que los hombres son simplones.      

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