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Mi despedida de soltero

Por 28 de febrero de 2007 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

El fin de semana fue mi despedida de soltero. Organizó la fiesta un viejo conocido de los habitués de este blog: David Barba, el autor de la biografía del actor porno más famoso de España. Durante los meses anteriores, Barba me había contado de otra despedida de soltero que organizó: la gente se había desnudado y rociado los cuerpos con nata, y después habían comenzado a lamerse unos a otros. Pocos días antes de mi despedida, me habló de su taller de sexo tántrico, en el que se palpó el cuerpo enteramente con una brasileña seductora.

Por supuesto, el día de mi despedida tenía miedo de no estar a la altura. Me preguntaba qué locura se le ocurriría a Barba. Imaginaba a hordas de mujeres arrancándome la ropa, transexuales armados con vibradores, escenas de lucha en el barro y zoofilia. Pues bien, la noche llegó, y Barba apareció con cuatro amigos más. Llevaban sendos disfraces de mujeres. La idea era pasear por el centro de Barcelona vestidos de señora.

Dani y Juan Antonio –mis amigos decentes- se negaron a ponerse esa ropa. Aguantaron cuanto pudieron sintiéndose tan incómodos como era posible y, cumplido el mínimo reglamentario, los pobres huyeron. Pero resistieron hasta el final Toño –mallas apretadas, top negro, collar de colores-, Jaime –peluca negra, medias a rayitas de colores-, Pedro –túnica marroquí y peluca azul, sí, azul- y el propio David, que era la rubia. A mí me vistieron como de vieja gitana: collar de perlas, pañuelo en la cabeza, pendientes de señora. Pero me aplicaron un sutil toque de sensualidad con una blusa de leopardo y unas orejas de conejita de Playboy que, debo confesar, no combinaban para nada con mi atuendo de señora de edad.   

No es fácil ser mujer. En el barrio del Raval, la gente te silba, y no falta alguno que hace ademán de meterte mano. Parte de la despedida implicó atravesar una calle de prostitutas donde yo estaba seguro de que terminaríamos acuchilladas. Se acercó algún proxeneta celoso, pero David le pegó con su bolso. Y por cierto, lo mismo le hizo a un par de policías que venían a ver si teníamos los papeles en regla.

David sin duda fue la estrella de la noche. A un ego como el mío le cuesta admitirlo, pero afrontémoslo: él tiene un glamour que nunca conseguiré. Tratar de competir sólo conseguirá acomplejarme. Con su peluca rubia, su barba y sus piernas velludas, David no paró de conocer chicas en toda la noche. Todas celebraban sus collares, todas le preguntaban de dónde sacaba la ropa. En algún momento, pensé que se debía a que él era la rubia, y le cambié su peluca por mis orejas de conejita. De inmediato, se le acercaron todas las chicas a preguntarle por sus orejas de conejita, fascinadas. Nunca conseguiré desentrañar cómo lo hace. 

Abandonados por las miradas femeninas, los demás nos replegamos. Intentamos hablar de libros o política. Aunque era difícil con las pintas que llevábamos, lo conseguimos un rato, pero David nos prohibió hablar de nada que no fuese sexo:

-Esto es una despedida de soltero, cojones –nos amenazó. Luego continuó con sus chicas.

Por mi parte, tuve dos acercamientos al sexo opuesto a lo largo de la noche: el primero fue con una chica que me pegó en el pecho una pegatina que decía “orejuda”. Es lo más lindo que alguien me dijo en toda la noche. El segundo, fue en la cola del baño. Estaba frente a dos chicas muy guapas, vestido de señora, y se me ocurrió una aproximación humorística. Les dije:

-Chicas, yo puedo entrar con ustedes.

En respuesta, sólo recibí el desprecio de sus miradas.

Creo que era el collar de perlas. Se morían de la envidia.

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