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Mensaje para un asaltante

Por 19 de marzo de 2007 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Me han asaltado en Costa Rica. Y es el mejor asalto que he tenido en mi vida.

Además, fue culpa mía. Por confiado. Costa Rica es un país civilizado. Mientras el resto de América Latina sufría dictaduras militares, aquí no había ni ejército. La democracia ha sido casi ininterrumpida en el siglo XX sin que ninguna guerrilla la amenace. El analfabetismo y la miseria son mucho menores que en el resto de América Latina, y el estado tiene tanta presencia que hasta es dueño de los servicios públicos. El presidente es un premio Nobel de la Paz. Hasta el paisaje es bonito. Yo creía que estaba en Suiza.

Así de seguro, salí de noche a dar una vuelta por el centro de San José. Al doblar una esquina, un hombre se me acercó y me pidió dinero.

-Lo siento, no tengo –dije, como dice uno siempre que sí tiene.

En respuesta, me mostró una foto de una niña:

-Es mi hija –explicó-. Tengo una boca que alimentar.

La niña era muy guapa, pero eso no bastaba para sacarme un centavo. Mi tacañería ha resistido embates peores y éste es un país próspero.

El caballero me explicó que llevaba dos días sin comer, que no tenía trabajo porque había estado preso. Preso por asalto y asesinato, especificó. Me pareció una historia muy triste, pero ni así le di nada. Como para certificar su sinceridad, sacó un cuchillo.

-Mire –me dijo amablemente-, me da mucha pena con usted, pero me va a tocar pedirle por las malas. Ahora, quítese el saco, por favor.

Como me había contado su vida y me había enseñado a su hija, me sentí en confianza. Respondí: 

-¿El saco? No, con todo respeto. Es que donde yo vivo hace más frío que acá. ¿Usted para qué lo quiere con el calor que hace en San José?

Él se quedó pensativo unos segundos. El arma era un cutter de esos que se usan para cortar tela. Tenía la hoja muy fina y brillante.

-Tá bien –acabó por responder- pero entonces déme el reloj.

-Usted me va a perdonar –dije, porque aunque él parecía buena gente, lo correcto era tratarlo de usted-. Pero este reloj es malísimo, no le van a dar nada. Y en cambio, a mí me va a dejar desatendido. Tengo que saber la hora para trabajar y para llamar a mi familia, que no vive acá. Mi mamá espera que la llame. ¿Usted me haría esto? ¿Le gustaría que se lo hiciesen a usted?

-OK, OK. Sáquese los zapatos.

-¿Los zapatos? No me quita el saco ni el reloj ¿Y me va a quitar los zapatos? Perdóneme, pero no tiene sentido.

-Es verdad. Déme la billetera y quedamos amigos.

-Si me permite decirle una cosa, yo me resistiría a…

-La billetera sí me la va a dar –dijo, y presionó un poco el cuchillo contra mi barriga.

Como se había portado muy bien, consideré justó obedecerle, y le di la billetera. Él la abrió, saco mis documentos y tres mil colones, y me los ofreció.

-Tome, para su taxi –me dijo. Y se quedó conmigo esperando, no me fuera yo a perder. Teníamos poco tema de conversación, pero hablamos del clima unos minutos, hasta que llegó un taxi certificado. El transporte es muy seguro en Costa Rica.

En fin, el caso es que el taxi me cobró sólo dos mil colones. Escribo este blog para decirle a mi asaltante que me han sobrado mil, y que me corresponde devolverle ese dinero. Por favor, póngase en contacto conmigo en esta página para coordinar la entrega. Muchas gracias por sus servicios. Atentamente,

Un cliente   

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