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Blogs de autor

El aire y el espacio

Por 14 de mayo de 2007 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Santiago Vaquera es uno de esos amigos que no quieres perder. Si te casas, atraviesa el océano para asistir. Si llegas a EE. UU., conduce seis horas para buscarte en el aeropuerto, y otras seis de regreso contigo. Estoy seguro de que, si me perdiera en lo más profundo del Sahara, llamaría a Santiago y él vendría a rescatarme en su Mini verde. Eso es amistad.

Con él, visito el museo Smithsoniano del aire y el espacio en Washington. Al principio, no me seduce el plan. Conozco esos museos con maquetas de los aviones y miniaturas de los cohetes. Son aburriditos. Pero el Smithsoniano es diferente, porque tiene LOS aviones y LOS cohetes, in situ.

Hay un Messershdmitt con una esvástica. Y cápsulas espaciales. Puedes ver el wáter de un astronauta. No una copia del wáter, sino el wáter mismo en el que evacuó la estación espacial internacional. Está el Barón Rojo. Y un bombardero. Y el Espíritu de San Luis. Colgados del techo. Hay un simulador de aterrizaje. Y un McDonald’s. Y un cine IMAX.

Entramos al cine a ver Operation Red Flag, un video educativo en pantalla hipergigante. El protagonista es un cadete de la aviación norteamericana que narra su primer ejercicio de combate con una fuerza internacional. Tiene mucha mística porque él es hijo de un aviador que peleó creo que en Corea y nieto de otro de la Segunda Guerra. Constantemente recuerda las lecciones de su padre sobre América.

Las cámaras del documental están puestas sobre todo en los aviones. Ves un combate aéreo como si estuvieras ahí, atosigado por esa pantalla gigante, las bombas explotan frente a ti, tienes que tomar decisiones porque te van a derribar, saltas en paracaídas y eres rescatado por una misión de bombarderos. Es muy intenso.

Al final, el cadete cumple la misión con éxito. Pero te explica que eso no es lo importante, que lo mejor ha sido la camaradería lograda por esas personas, hombres y mujeres, negros y blancos, hispanos, unidos en el proyecto común de proteger el mundo libre. Qué bonito, caramba. Cómo me emociono. Sólo al final te dicen que el video es real, que él no era un actor, sino un piloto hijo y nieto de pilotos que ha participado en la operación Libertad Iraquí.

Después de la película, volvemos al museo, y esos cohetes, y esas bombas, y esos torpedos, no nos parecen Challenger ni hidrógeno ni Tomahawk. Nos parecen espadas para defender la libertad y la democracia, pero sobre todo, para conducir aviones de guerra y dispararle a cosas y conocer chicas en los cuarteles militares. Guau.

El caso es que me he enrolado en las fuerzas de Liberación norteamericanas; mañana parto. Mis siguientes blogs serán escritos desde algún sector de Afganistán, pero la situación está un poco inestable, quizá nos desplacemos hacia la frontera. Todavía no he podido ser piloto, pero de momento me dejan ir como subalterno para ver si me aclimato. Luego ya iremos viendo. Santiago no se quiso inscribir, pero yo creo que se equivoca. Te la pasas bien ahí. Yo he visto los comerciales.

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