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Cartografía en Rosa

Por 19 de febrero de 2007 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Querida:

He trazado un mapa de tu cuerpo, para no perderme cuando esté lejos.

Al principio, me limité a ponerles nombres a las penínsulas de tus piernas y tus brazos. Me parecía suficiente para orientarme en mis exploraciones. Pero con el tiempo, he ido descubriendo nuevos territorios.

Tus piernas, por ejemplo, se han subdividido. Entre los dedos de tus pies han aparecido huellas de un camino que sube por tus muslos hasta la región cálida de tu vientre. Lo mismo ocurre con tus brazos, cuya ruta lleva a las playas de tus hombros.

A menudo me pongo a chapotear en sus orillas. Puedo pasarme varios días bañándome en ellas sin que me importe gran cosa el resto del mundo. De vez en cuando, si no hace tanto calor, desciendo hasta las dunas y tomo el sol en el oasis. Me apetece instalar la tienda y no irme más de ahí. Pero necesito provisiones. Entonces doy un paseo por tu cuello y tus orejas, mordisqueando las frutas que encuentre al pasar. Lo importante es no quedarme quieto, disfrutar del vagabundeo.

Estudiando mis cartas de navegación, he pensado en la posibilidad de tender una hamaca entre las comisuras de tus labios. Ahí sopla una brisa agradable, y se está abrigadito. Pero uno tampoco puede vivir instalado en el placer las 24 horas del día ¿verdad? Hay que ser responsable.

Quizá sea necesario trepar un poco y poner una torre de vigilancia a la altura de tus ojos. Podría ver el mundo desde donde lo ves tú. Quizá me vería a mí mismo ahí, frente a ti, haciendo el tonto para hacerte reír. Debe ser un espectáculo bastante ridículo. Pero me gusta el efecto que produce.
Otra ventaja de colocar ahí la torre vigía es que me quedaría cerca de la jungla de tu pelo. Es divertido marchar por ella, apartando los mechones al andar y acariciándote la nuca con cada paso.

Finalmente, cuando termino ese recorrido, me gusta dejarme caer por la resbaladera de tu espalda. Es muy suave, y tiene el olor de las naranjas por la mañana. Además, si me dejo caer hasta el final, y continúo bajando por tus piernas, como en una montaña rusa, regreso de nuevo a tus pies.
Y entonces es hora de volver a empezar.

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