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Beethoven para niños

Por 16 de octubre de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Un Beethoven excéntrico, insoportable y grandilocuente que se divierte atormentando a la poca gente que lo aprecia, un explosivo genio de la música, un director de orquesta sordo, un personaje que ya encarnó Gary Oldman. ¿Qué más puede desear Ed Harris? ¿Qué papel le sienta mejor al actor que fue Jackson Pollock y el poeta con SIDA de Las horas? Si hasta parece que Beethoven hubiese existido sólo para que Harris pudiese conseguir el papel.

Pero por si Harris no destacaba lo suficiente, la directora de la nueva película sobre el músico, Copying Beethoven, se aseguró de ponerle al lado a una Diane Kruger etérea, casi diría uno que sosita, para que no le haga sombra durante sus exabruptos y sus pedos. Es inevitable pensar en Amadeus cuando uno ve esta película, y comparar el punto de vista del narrador: en la película de Milos Forman, la historia está contada por un Salieri viejo, envidioso y enfermo que habla del niño impertinente, escandaloso y peliparado que es Mozart. Los celos, la humillación, la certeza del fracaso, destilan su veneno por la historia y la revisten de una atractiva malicia. En cambio, la lamentablemente casta discípula de esta película se limita a admirar a Beethoven durante dos horas con toda la gracia y la sensualidad de una monja de clausura, sin siquiera regalarnos un asomo de tensión sexual.

Eso le da un aire innecesariamente sacerdotal a un Beethoven, por lo demás, despojado de más atributos que el de genio loco. Y mira que había material para explotar: el hombre era un borracho, no tenía un céntimo, nadie creía en él, estaba decepcionado de la revolución francesa, estaba pasado de moda, llevaba una vida sexual desordenada –con todas sus discípulas menos ésta, por lo visto-; la verdad, daba para un poco más de lo que le sacan.

Pero no nos amarguemos. Copying Beethoven cuenta con una admirable puesta en escena de época: el vestuario y las locaciones son impecables. La banda sonora, por supuesto, inmejorable y algunas escenas, memorables. Hay una arriesgada secuencia de doce minutos que narra el estreno de la novena sinfonía de un modo totalmente inverosímil –y según parece falso- pero visualmente impactante. Y hay una chica rubia, que nunca usa un escote pero tiene unos ojos bonitos.

Lo que no hay es una película. En Copying Beethoven asistimos sólo a un largo homenaje sin verdaderos conflictos, ya que la adoración de la discípula es tan férrea que no deja lugar a dudas o puntos de giro. Así que, en vez de contemplar un interesante fresco de comienzos del XIX encarnado en una personalidad atormentada, nos topamos con un falso documental perfecto para que algún profesor de música lleve a sus alumnos: un cuento didáctico con un regodeo de Ed Harris que, al salir del cine, nos dejará la certeza de que ya sabemos al menos distinguir la novena sinfonía y un par de sonsonetes más, para cuando sus versiones muzak suenen en los supermercados.

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