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¿Quién escribió la Odisea?

Por 2 de noviembre de 2011 Sin comentarios

Eduardo Gil Bera


Si tuviera que nombrar un verso de los poemas homéricos que permita adentrarse en el enigma de su autoría y fecha de composición, uno que funcionase como esas clavijas ocultas en el muro que, al ser pulsadas, abren el pasadizo secreto que conduce a la cámara del tesoro, sin duda escogería la acotación que hace el poeta de la Odisea (el hexámetro 203 del canto XIX) a la autobiografía fingida que Ulises, disfrazado de príncipe cretense, ha narrado a su esposa Penélope, que se derrite de llorar y no lo reconoce: 

Ἴσκε ψεύδεα πολλὰ λἐγων έτύμοισιν ὁμοῖα

Fingía, diciendo muchas cosas ficticias semejantes a las reales.

Lo primero que salta a la vista en esta advertencia del autor de la Odisea es que él solo ha puesto “fingía”, el resto del verso es de Hesíodo (Teogonía, 27). 

Lo segundo es que precisamente en el cometido de presentar cosas ficticias semejantes a las reales está la médula del quehacer del poeta y su habilidad específica. En esa semejanza, evidente o sugerida, está el territorio donde nos encontramos con el fingidor.

Ahora, si las muchas cosas ficticias relatadas por Ulises en su autobiografía narrada a Penélope no tienen semejanza con las “reales” de la Odisea, ¿por qué recalca el poeta que son semejantes, cuando el lector sabe que, según la acción del poema, no lo son? ¿Con qué cosas reales tendrán  entonces semejanza? Si no la tienen con la ficción de la Odisea, quizá sí puedan tenerla con la realidad fuera del poema, la del mundo donde vive el poeta.

Tenemos al menos un dato de esa realidad. El poeta de la Odisea es lector de Hesíodo y le rinde homenaje. 

En su autobiografía fingida, Ulises dice ser un cretense, dado a la guerra y el comercio marítimo, saqueador y colonizador de Egipto, y capaz de todo lo que hacen los piratas y los fenicios. No sólo se ha enriquecido en Egipto, sino que también asegura haber hecho buenas migas con el propio faraón. Y no sólo es natural de Creta, sino que se pretende miembro de un linaje escogido y demuestra conocer la isla, sus habitantes, costumbres y lenguas de modo exhaustivo.

Esas informaciones, “semejantes a las reales”, dan un perfil muy específico, si se sitúan cronológicamente con posterioridad a Hesíodo. No hay muchos cretenses a los que pueda suponerse fundadores de una colonia en Egipto. De hecho, solo hay una colonia griega en el Delta que se corresponda con la descripción odiseica.

Penélope sigue sin reconocer a Ulises, y llora desconsoladamente por “su esposo que está al lado” (XIX, 209). Generaciones de lectores y comentaristas han quedado impresionados por la fuerza irónica, y la finura verbal y rítmica del adjetivo “parémon” que expresa la verdad paródica del pasaje donde Penélope llora por el esposo que tiene sentado a su lado, sin que ella lo reconozca. Pero es preciso ver que, al tiempo que el poeta nos invita a implicarnos en el laboreo de identificación y reconocimiento por parte de Penélope, va haciendo la revelación de su identidad, que también tenemos al lado sin que nos demos cuenta, ya no en la ficción de la Odisea, sino en la vida real que su autor nos hace saber entre líneas. No solo Ulises, sino también el poeta es quien finge, diciendo muchas cosas ficticias semejantes a las reales. Él ha escrito su verdad en una mentira de su personaje. No compuso doce mil hexámetros para esconderse tras ellos, al contrario, la Odisea es un cuadro que se lee, y su autor se ha autorretratado en él, igual que Velázquez en Las meninas.

Por otra parte, y como era de esperar, el poeta que nos hace guiños tan patentes como el hexámetro dicho arriba no se limita a ese pasaje, sino que se recrea en su pararrelato, lo entrelaza con la peripecia uliseica y espera que  lo descifremos.

Entonces yo me digo: han pasado dos mil seiscientos años desde la aparición de los poemas homéricos sin grandes novedades y hasta ahora solo ha podido decirse que, en todos los esfuerzos de la ciencia por comprender los dos grandes poemas adjudicados a Homero, la Odisea queda siempre a la sombra de la Ilíada. Lo cual solo parece querer decir que se escribió después.

Pero, por Poseidón, vista la diversidad temática, las diferencias medulares en diseño interno y externo, lenguaje y estilo, comportamiento humano y divino, ¿cómo seguir atribuyendo al poeta de la Ilíada también la Odisea, que es varias generaciones posterior y se le parece como un huevo a una castaña?

Si la Odisea fue compuesta por un poeta que conocía a fondo la Ilíada y la obra de Hesíodo, y lo hizo un par de generaciones más tarde, este segundo poeta exige una explicación que se refiera únicamente a él. Y la investigación que conduzca a esa identificación solo puede hacerse a partir de una pregunta: ¿quién fue el poeta fingidor que escribió la Odisea?

 

 

 

 

 

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Eduardo Gil Bera

Eduardo Gil Bera (Tudela, 1957), es escritor. Ha publicado las novelas Cuando el mundo era mío (Alianza, 2012), Sobre la marcha, Os quiero a todos, Todo pasa, y Torralba. De sus ensayos, destacan El carro de heno, Paisaje con fisuras, Baroja o el miedo, Historia de las malas ideas y La sentencia de las armas. Su ensayo más reciente es Ninguno es mi nombre. Sumario del caso Homero (Pretextos, 2012).

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