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Progresismo

Por 31 de diciembre de 2017 Sin comentarios

Eduardo Gil Bera

Pues tienen razón en la Ribera cuando pían: Hartos de la discriminación por no haber hablado nunca euskera, empresarios de la industria agroalimentaria y ciudadanos riberos crean una asociación para impulsar a "Riberna" como provincia independiente de Navarra. Por fin Tudela será capital.
 
La matraca de la «antigüedad» del vasco es una de las más perniciosas entre las creencias comúnmente admitidas, no ya entre los etarras y adheridos (Zabarte el matarife de Mondragón, preguntado por el beneficio que trajo a la sociedad su serie de asesinatos, dijo exultante que gracias a sus ejecuciones en nombre del pueblo había ikastolas incluso en Lodosa, o sea, se avanzaba hacia la recuperación del delirante neolítico euskaltzale, cuando en el Ebro daban la vara unánime bertsolaris y txalapartas) sino entre literatos de todo pelaje —ay, los pobricos—, y estirados catedráticos salmaticenses como Villar Liébana, que tipifica ur– como hidrónimo neolítico, sin otra base que haberse enterado de que ur es agua en vasco, o sea algo antiquísimo, e ignorando cuidadosamente que el término vasco, así como el  griego ὕδωρ «agua» o el umbro utur «agua», derivan derechamente del sumerio Hubur «la gran corriente de agua que circunda la tierra«, «el río del infierno», y que la verdadera hidronimia que vino de Mesopotamia es más bien la ejemplificada por Ibur (cabecera de Baztán), Iber (Ebro), Ubera, Bera, Tíber, Ter, Ivry, Iberia, Tibarénida (Iberia Caucásica), Hibero, Xibero, Tibur, Ibar, Ibor, Vivar, Viver, Eber y tantísimos más, y que, en cambio, los nombres de las ciudades  mesopotámicas de Ur y Uruk no son hidrónimos ni por el forro de las tablillas.
 
Bueno, pues esa cosa tan cansa de la antigüedad vasca, más falsa que los crucifijos de antes de Cristo, es la base del racismo oficial campante en esta tierra, que quiere establecer por ley que el que hable vasco es un especimen superior, mejor, aventajado, modélico y progre a más no poder, porque, dicen, semejante ser delicado ha sido tradicionalmente encorrido y humillado por el franquismo desde 1512. 
 
En cambio, tiene buena traza que, siquiera por exepción, aquí el PSOE no parezca tan acomplejado con la pelmada machacante, y su lideresa Chivite aspire a montar un gobierno no nacionalista. También es ilusionador que se barrunte fuerte subida de Ciudadanos y, el colmo, que los partidarios del progresismo neolítico hayan conseguido prestar a UPN un aire atractivo.
 
  Y feliz año nuevo, que decían los sumerios. 
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Eduardo Gil Bera

Eduardo Gil Bera (Tudela, 1957), es escritor. Ha publicado las novelas Cuando el mundo era mío (Alianza, 2012), Sobre la marcha, Os quiero a todos, Todo pasa, y Torralba. De sus ensayos, destacan El carro de heno, Paisaje con fisuras, Baroja o el miedo, Historia de las malas ideas y La sentencia de las armas. Su ensayo más reciente es Ninguno es mi nombre. Sumario del caso Homero (Pretextos, 2012).

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