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El 31 de Safo

Por 15 de julio de 2014 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Eduardo Gil Bera

parece una fecha, pero es un poema, el más famoso de los suyos. También es conocido como Phainetai moi, sus dos primeras palabras. Todos los traductores y estudiosos consideran que el texto transmitido es un fragmento de una composición más extensa, y alegan razones métricas y de sentido. Mi sugerencia, en cambio, es que el poema se ha transmitido completo, y como tal debe ser leído.
 
La primera razón que a mi juicio deja poco margen para conjeturar que estemos ante un fragmento, es que debemos su transmisión a una cita de Longino, quien reproduce el poema de Safo como magistral ejemplo de acumulación de signos de la más intensa pasión. Los partidarios del fragmento tendrían que explicar por qué Longino nos copia cuatro estrofas sáficas, cada una formada por tres versos de once sílabas, más uno de cuatro, y a continuación un verso suelto de doce sílabas, o de nueve, si se quitan las dos últimas palabras que, según los fragmentaristas, son a su vez un fragmento. Si, como dicen, el poema sigue, pero Longino sólo reproduce lo que le cuadra para su propósito, ¿por qué culmina la cita con ese verso suelto con partículas adheridas que no tienen sentido?
 
Mi explicación es que Longino reproduce el poema de Safo completo, y que los fragmentaristas no leen bien el último verso.
 
¿Qué dice ese último verso suelto? Presenta un verbo en dual, isomorfo para la segunda y tercera persona, que significa atreverse, arriesgarse, osar, y rige dos acusativos. Eso significa que “te atreves” o bien “uno se atreve” a dos cosas: a todo, y a ser un indigente. El sentido es “pero a todo te atreves, desde el momento en que también te atreves a ser alguien que no tiene nada”. 
 
Safo era una mujer acomodada, la indigencia de que habla es metafórica, se refiere al amor. En sus poemas, más de una vez se describe a si misma como la que no tiene amor correspondido y duerme sola.
 
En el poema, la cantora se identifica con la mujer que ama hasta emocionarse con ella ante la proximidad de su amado, y de inmediato tiene celos de ese amado que es objeto de la voz y la risa de su amada, cuya actitud le produce unos celos que se muere. ¿A qué se refiere cuando dice atreverse a todo? A escribirlo. Ha puesto en el poema todos sus celos al por menor, en la acción desesperada de la que no tiene ascendente alguno sobre ese amor que sucede ante sus ojos.
 
Ahora queda darle al verso final un aire paremiológico, primero porque la poeta se lo ha dado, y después porque todo indica que en el último verso se oculta un proverbio parafraseado: el que vive penosamente de su trabajo y no sale de su necesidad tiene que atreverse a todo. O sea, te atreves a todo en cuanto te atreves a no tener nada.
Me parece semejante a los dioses ese
hombre que está ante ti
sentado y escucha la preciosa voz
de cerca
y la risa adorable que hace temblar
mi corazón en el pecho,
en cuanto te veo, se me va
el habla,
se me rompe la lengua,
me hormiguea un fuego impalpable,
mis ojos no ven, no oigo
claro,
transpiro de frío, un temblor
se adueña de mí, descolorida
como pasto seco, me
muero,
pero a todo hay que atreverse cuando nada se tiene

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Eduardo Gil Bera

Eduardo Gil Bera (Tudela, 1957), es escritor. Ha publicado las novelas Cuando el mundo era mío (Alianza, 2012), Sobre la marcha, Os quiero a todos, Todo pasa, y Torralba. De sus ensayos, destacan El carro de heno, Paisaje con fisuras, Baroja o el miedo, Historia de las malas ideas y La sentencia de las armas. Su ensayo más reciente es Ninguno es mi nombre. Sumario del caso Homero (Pretextos, 2012).

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