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De pastores y rebaños

Por 7 de octubre de 2013 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Eduardo Gil Bera

El dominio de la masa y el absolutismo del número no es algo moderno ni, por decirlo en términos insulsos, un peligro de la democracia. Es más bien algo sabido de siempre. En la épica griega ya se trata la cuestión del sufragio,  y aparece la falacia del mérito y el pasado oficial establecido por sufragio en la controversia entre Ayax y Ulises, donde se ve la bajeza de la plebe que, voto mediante, accede a la magia de decidir que la memoria sea lo que no fue pero les gustaría que fuera, porque un demagogo les ha adulado. La oposición a que se hagan censos por parte del dios de la Biblia encierra la misma advertencia y prevención contra referéndums. Yo mismo, sin ser dios, estoy con ese amigo baztandarra que escribe una carta al director en una revista local donde abomina de toda suerte de sondeos y preguntas de la superioridad, tanto si inquieren sobre los usos del polideportivo como sobre las fechas de las fiestas patronales,  porque son “alcahueterías”.
 
En origen, Volk, o sea pueblo en godo, significa “muchos”, y ya está dicho todo. Por su parte, populus, con su recua populachera de pueblo, people y demás, viene de un radical indoeuropeo pelh que significa dar impulso, por ejemplo, arrear un rebaño, o esgrimir una lanza. De hecho, populus (“pueblo”, en latín) y polemos (“guerra”, en griego), significan lo mismo al pie de la letra: “manada que empuña lanzas”. O sea, en la sapiencia indoeuropea, el rebaño pastando aún no es populus, pero el rebaño en marcha, sea en estampida o manso borregueo, para tirarse por el barranco o ser estabulado, ése ya es populus.
 
En fin, que todo el sentido común, desde que hay entendederas, está contra los referéndums por aquello que dijo Heráclito: uno vale por diez mil, si es el mejor,  o sea, si quieres reducir y conducir a diez mil como si fueran menos uno, pregúntales en referéndum. De ahí que Caja o Navarro sean aún más cortos que Mas, porque el sufragista demagogo desprecia a su plebe, en lo cual no se equivoca, por tramposo y cínico que sea, pero el asentidor sobrevenido la tiene por sensata, en lo cual se ve que es obtuso sin remedio.

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Eduardo Gil Bera

Eduardo Gil Bera (Tudela, 1957), es escritor. Ha publicado las novelas Cuando el mundo era mío (Alianza, 2012), Sobre la marcha, Os quiero a todos, Todo pasa, y Torralba. De sus ensayos, destacan El carro de heno, Paisaje con fisuras, Baroja o el miedo, Historia de las malas ideas y La sentencia de las armas. Su ensayo más reciente es Ninguno es mi nombre. Sumario del caso Homero (Pretextos, 2012).

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